Reglas

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2.- Cada historia deberá publicarse a más tardar a las 12:00 de la noche del viernes siguiente.
3.- Cada historia debe ser de un máximo de 750 palabras. (no incluido el título en su caso)
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viernes, 5 de noviembre de 2010

Origen

Era ciertamente Miguel es el más bello de los guardianes del antediluviano jardín.
Pasaba eternidades completas en la banca de alabastro entre los dos altos plataneros de perenne fruta dorada, solo abandonaba su sitio cuando La Voz solicitaba su presencia en las columnatas del monte Sión.

Sus demás compañeros se encontraban diseminados en las infinitas esquinas del parque primero, sin embargo ninguno de ellos podía igualarlo en gracia ni fuerza.

Sin embargo cercano a la voz había uno más bello, el Arcángel Pavo real, y a este nadie podía superar en sublime belleza, ni siquiera el bien amado Miguel.

Pese a cualquier supuesto, el preferido de La Voz, temía ya desde algunos eones previos, que su brillo se opacara por una nueva criatura que, según rumores de los Tronos, sería la dicha de la colección, la imagen tangible de ese a quién nadie ha visto.

Se urdió pues un plan infalible; luego de que el extraño ser, simiesco y torpe fue dejado por la mano poderosa en los linderos del Eufrates, el Arcángel Pavo real descendió desde sus altas mansiones y enfundado en una piel ajena se presentó ante Miguel, exigiendo por las mas altas potestades a el conferidas, abriese las puertas del jardín primero.

El castaño cuidador negó la entrada poniendo como pretexto (falso pretexto) que no reconocía aquellas carnes viperinas.

Ardiente de celos, celos producidos por el más flamígero amor, se deslizó entre los fresales y viendo a su rival tendido en la fresca hierba, se acercó sigiloso, apoyando su marmóreo rostro en una rosa, lo contempló largo tiempo. Se perdió en sus formas bien trazadas, un cuerpo joven de mata rubia, respirando tranquilo entre orquídeas de sutiles notas.

Suspiraba el Arcángel disfrazado y oculto entre la rosaleda se aproximó a su victima y ciego de ira se lanzó contra su pecho, pero a medio camino fue descubierto por la inocente mirada del otrora durmiente. Todo oscuro sentimiento fue calmado por el vaho del nuevo ser. Deslizó su frío cuerpo por entre los muslos y brazos del recién creado. Se enroscó por entre sus finos dedos y susurró las canciones que cantaba a La Voz. Ambos, hombre y serpiente fueron desde ese momento uno mismo.

Pero esta historia no termina con reconciliación. No.

Largas vidas vivieron el hombre y la serpiente en los bastos valles; por las noches cuando las estrellas aun no eran creadas, el Arcángel Pavo real abandonaba su disfraz y lo llevaba a reposar a otros mundos.

Celosa La Voz, decidió tajar su dicha, y descendiendo por la cantidad sin cuenta de escalones que separaban el jardín de su trono, creó un ser extraño de mecanismo complejo, semejante al hombre pero de tesura ignota.

Se cubrió de lodo ambarino y dio tres golpes con su báculo en las puertas de cristal de roca.

-Miguel de los ojos claros y hondos poderes, soy aquel a quien llamas, soy aquel que te llama. Presto el traslucido ser se postro ante su amo, y besando el fuego que salía de la túnica lodosa se puso a su servicio.

-Levántate hijo de Luz, que tu faena inicia, toma esta caja de obsidiana, y cuando el hombre duerma y el antes bienaventurado se encuentre ausente, deja la caja entre sus piernas y lee a su oído esta nota.

La Voz cubierta le dio un pergamino de lustro oro, en el cual labrado a fuego venía una maldición impronunciable y las formas de otro ser.

Miguel cumplió con su terrible tarea. Cuando la luz había penetrado en el valle, y el primer padre posó sus ojos en el negro cofre, la serpiente intentó advertirle de la trampa. Dentro, le dijo, se encuentra un ser similar a ti, que pese a su singular belleza será la hacedora de tus males y virtudes.

Desoyendo su voz abrió el baúl de asa ósea y la historia viró su rumbo.

Incontables tiempos duró el Arcángel vagando por las aguas y los desiertos estelares, con el corazón roto, sin nadie…

Hasta el día que un rumor cual eco llegó hasta la profundidad en que se hallaba.
La turbia voz, perdida en ira conjuró un nuevo maleficio contra sus nuevas creaciones. La Muerte.

Apurado nuestro Arcángel ascendió al jardín primero, vio la forma cautiva de su amado, suave, de formas esferadas, tersa y pulcra, y también la amó. Ocurriósele pues sugerirles que ellos también fueran como dioses. Lo demás usted lo sabe, y desde entonces, hombre, serpiente y mujer, son uno mismo.

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