Reglas

1.- Los prompts se publicaran cada domingo
2.- Cada historia deberá publicarse a más tardar a las 12:00 de la noche del viernes siguiente.
3.- Cada historia debe ser de un máximo de 750 palabras. (no incluido el título en su caso)
4.- Al aceptar el prompt, es necesario dejar un comentario en el mismo como compromiso de publicar la historia.
5.- Agregar a su post con la historia la etiqueta "cuento " y luego su nombre.

domingo, 31 de octubre de 2010

La visita (RETO PROMPT ESPECIAL)

Estaba agotada. El dolor de cabeza y el ardor de la garganta no eran excusa para no hacer mis labores, asi que con alivio vi llegar la noche. Mañana sería otro dia. Apagué mi vela y me metí a mi cama, en la habitación que compartía con mi abuela, esperando no tener que levantarme a media noche a vaciar el bacín. Realmente no quería cruzar el patio hasta la letrina.

Al despertarme sentí que algo no estaba bien. La habitación estaba demasiado iluminada, incluso dado el caso que ya fuera muy tarde.  No recordaba haberme puesto de pie; me acerqué a la puerta. Con esta luz podía darme cuenta que estaba muy maltratada ya. Extraño. Hace apenas unas semanas que papá la había terminado. Esto no le iba a gustar nada. Al levantar la mano hacia la puerta pasó algo muy extraño: sin darme cuenta, ya estaba del otro lado.

No tuve tiempo de asustarme por eso, porque la sorpresa que me esperaba era mayor. Ya no estaban mis muebles, ni mi perico, y en lugar del papayo en el patio estaba una escalera. Me di la vuelta e hice un rápido inventario de lo que me rodeaba. Había un raro espejo negro en un librero que no tenía libros, muchas fotos de gente que no conocía y una foto mía, ¡vestida de novia! Mis manos se pusieron frías, porque yo aun no me había casado. Me acerqué, y entonces me di cuenta que la mujer en la foto no era yo, pero si muy parecida. Mi cabello es más oscuro, igual mis ojos.

El aroma de las flores me atrajo hacia una especie de altar. ¡He ahí el origen de la luz! Cientos de velas, unas formando un camino y otras en las gradas del altar. Las flores de cempaxúchitl emitían un ligero brillo, como si fueran pequeños soles. Una vez que me acostumbré a su olor, percibí otros más sutiles. De repente me di cuenta que estaba hambrienta. Me acerqué  mas al altar, donde el mole dulce, el café, las tortillas, la fruta, el pan y las demás cosas me invitaban a tomarlas.

Asegurándome de que no había nadie, comencé a comer un poquito de cada cosa -¡Vaya que tenía hambre! – tratando que no se notara donde había agarrado. Curiosamente ningún plato parecía disminuir. Soñando, debo estar soñando, me dije. Bueno, en los sueños uno puede hacer lo que le plazca. Así que comencé a saciar mi hambre, e incluso me serví del tequila que aún mi papá no me dejaba probar. Bah, no sé por qué tanto alboroto. Ni siquiera me sentía mal, a pesar de bajar la comida con tragos de puro tequila. En la mesa no había siquiera un cántaro de agua, salvo el que usé para lavarme las manos y no pensaba tomar de ahí.

Si, es un sueño. La comida está completa, como si no hubiera comido. Bueno,  a ver que más pasa , me dije, y seguí explorando las gradas. En la mesa estaba una blusa que solo me ponía los domingos, y que estaba segura que acababa de guardar en mi ropero. El vestido que llevaba puesto era uno que solo me ponía en las fiestas de la Iglesia, cuando nos íbamos en peregrinación, y obviamente no algo en lo que me acostara a dormir. Mi rosario y unos aretes de arito que me gustan mucho también estaban junto a la blusa.

Y levanté la vista, asustada porque –tonta de mi!- me acababa de dar cuenta de algo: La mesa, la comida, las velas…¡ esto es un altar de muerto! Y en el último nivel estaba una foto mía, la que nos tomaron el día de la primera comunión de mi prima, pero solo estaba yo. Ahí estaba la fecha de mi nacimiento, y la fecha ¿de mi muerte? Es la fecha de ayer. O debería ser la de ayer. Caminé hacia el calendario colgado en la pared, y estaba en el mes de Noviembre, pero de dentro de ochenta años. Les presté más atención a las fotos en la pared. Ahí, en el principio de la hilera estaba una de mis papás y todos nosotros. Luego… esos deben ser mis hermanos, ya crecidos y con sus familias. El parecido en las siguientes fotos me decía que éramos parientes, quizá nietos de mis hermanos.

El pequeño perro de cerámica emitió un sonido, y supe que tenía que seguirlo. La luz del sol tocó el espejo, y en ese rayo me fui.

Prompt 3



Eres el encargado de un zoológico. y un día, un hombre de aspecto tenebroso trae lo que el llama un "animal exótico". Este animal esta en una caja de madera con agujeros para respirar en la tapa y la caja trae escrito "PELIGROSO". El tipo arroja una foto en tu escritorio y ves a la criatura mas extraña que hayas visto. Escribe una escena describiendo el animal y la historia del hombre de como lo encontró. 





*Les recuerdo, es necesario que limiten su narración a 750 palabras y comentar  en este mismo post  para comprometerse a publicar. Las etiquetas "cuento de . . . . ." harán que la clasificación sea más fácil después. Gracias





sábado, 30 de octubre de 2010

Él

Eran días extraños, una casa extraña, una ciudad aun más…
Toda mi vida había vivido en un pequeño pueblo y ahora me encontraba solo en la gran urbe, en las colonias alejadas del centro, por donde circulaba la droga, los maleantes, enfermos y muertos.

Solo.

Caída la noche al salir de la universidad donde los amigos aun eran pocos, regresaba a mi casa en el tren ligero, rodeado de desconocidos, para luego al final de mi estación recorrer grandes manzanas, cines derruidos, hospitales y funerarias con árboles inmensamente horribles, un templo, un Farmacias Guadalajara y después una vuelta en la esquina, oscura soledad, oscura calle con olor a aceite quemado y débiles lámparas ambarinas.

Cruzar una calle, detenerme en un semáforo legañoso. Soledad en medio de la lluvia de Octubre. Algunos pasos, unos enclenques cipreses. Me detengo a la puerta, gris, opaca, Federación 992. Introducir la llave angosta, un pasillo en tinieblas, escaleras que me hacen tropezar, un patio al que la luna no ilumina del todo. Otra puerta, atascada por el óxido del tiempo. Soledad.

Ingreso en penumbra tenebrosa, enciendo la luz y prefiero apagarla, una sala de pana café, piso sucio y muros cubiertos de telarañas, quiero llegar a mi cuarto pero me separa un pasillo que me aterra, imágenes del pasado. Al llegar empujo la puerta tras un chirrido de goznes comprimidos de tanto abrir y cerrar. Ominosa imagen, una habitación sucia, llena de libros y baratijas, mi mundo.

Dormir, quiero dormir, y lo intento en las inmediaciones del crepúsculo onírico. Soledad.

Padre nuestro que estás en…me rindo a las negruras del sueño…
Vuelta tras vuela, caer en el abismo, romper las correas de la vida y ahogarme en el vacio de la ciudad y sus ríos, esta es mi realidad, esa fue mi realidad.

Inconsciencia.

En medio de las sabanas, del aire poluto, desde las pinceladas de mis primeros óleos escucho un rumor que surge de otro mundo, uno que quizá conocí en la niñez de mi alma…el trepidar de unas garras, de su voz que roe mi valentía…

No es nada, o tal vez solo una inverosímil acepción de una pesadilla, pero mis oídos humanos, los de carne también los escuchan…Tengo miedo de levantar la cobija, y en un impulso mecánico lo hago, y en el mismo impulso permanezco inmóvil ante la macabra visión.
En contraposición con la ventana, en medio de la débil luz de plata veo el contorno de un ser que a pesar de su silueta reconozco no es humano…oscuridad, soledad, ahí, parado a mis pies, alargando sus garras pero sin poder tocarme, es como un simio humano, de piel quemada y ojos cual tizón…No me puedo mover, solo lo observo, ahí, inmóvil…sin palabra alguna, solo …en la penumbra…es un…no puedo pronunciarlo…y sin embargo sé que es y que hace aquí, en esta habitación donde antes según dicen habitaban espectros…

Inmovilidad absoluta, rigor que solo me conmina a ver la criatura que ha brotado de la dimensión más remota de mi mente…quizá de otro mundo…
Vete, vete espíritu inmundo, horror surgido del seno del caído…Vade retro…
Pero él replica sin mover labio alguno, pues no posee tal… vade ultra…
Me consume el sepulcral temor…

De mi boca surgen palabras desconocidas…sentencias, formulas mágicas transliteradas por alguien mayor…

Lentamente brota en mi pecho un vago calor confortante… ¿Dios quizá?
Se difumina la figura. Pero aun hoy me cuestiono por la naturaleza de aquel ser que tanto mis ojos astrales, como estos de grasa y carne un día vieron…

RETO PROMPT ESPECIAL!!!!! ALERTA!!!!

En honor a las celebraciones de estos días (ya sea que celebres Halloween o Dia de Muertos) escribe un cuento relacionado. Puede ser de horror, misterio, cualquier genero y en este caso incluida la poesía. 


Este reto promt especial debe ser publicado antes de las doce de la noche del 31 de Octubre. No hay mínimo de palabras pero si un máximo de 750.


*Les recuerdo, es necesario que limiten su narración a 750 palabras y comentar  en este mismo post  para comprometerse a publicar. Las etiquetas "cuento de . . . . ." harán que la clasificación sea más fácil después. Gracias

viernes, 29 de octubre de 2010

Un libro de otro

- Desde niño aprendí a respetar los libros ajenos. Y los libros más ajenos que existían en mi vida eran los de mi casa. Al llegar de la escuela, solía sentarme en el piso a observar los inmaculados tomos de las enciclopedias y colecciones de literatura que mi padre tenía y mi madre mantenía con un orden casi perfecto. Pero estaba prohibido tocarlos. Nada más vedado para mí en la casa que los libros. La biblioteca pública fue entonces mi opción para leerlos. Una a una durante interminables tardes leí ahí las enciclopedias y me llevaba prestados a casa las novelas y libros de cuentos, de poemas y de teatro para leerlos en la noche. Luego de cinco años, había leído todos los títulos existentes en mi casa, aprendido a respetar los libros ajenos, y me había maravillado por el exquisito gusto que tenía mi padre al elegir los libros que compraba para adornar el librero. Fue entonces que empecé a comprar mis propios libros. Guiado por el gran conocimiento literario de mi padre, fui haciéndome de la obra completa de los diferentes autores que conocí en ese proceso. Todo esto a escondidas de mis padres, pues imaginaba que de enterarse, escandalizados por el desorden imperante en mi cuarto, insistirían en llevar todos mis libros al estudio para ser colocados junto a los demás, lo que les daría el carácter de intocables. Fue así que conseguí trabajo de mensajero y con mi sueldo de mil pesos mensuales pude rentar una habitación en un edificio del centro en donde fui guardando mi colección. Después, un amigo me regaló un sillón, y en una renovación del mobiliario de la escuela pude comprar un escritorio y una silla en una cantidad simbólica. Con mi primer aguinaldo compré dos estantes en rebaja y con lo que mi padre me obsequió de navidad llevé un librero de madera donde coloqué la enciclopedia que compré tomo por tomo en la librería de viejos de enfrente de la escuela. Ahora que estoy en la universidad, trabajo como corrector de estilo y gano un poco más, renté la habitación más amplia del edificio, que en realidad es un pequeño departamento, pues además de la gran habitación principal, tiene un dormitorio, baño y cocina. Después de comer, me voy ahí a hacer mis tareas, a leer y algunas veces me quedo a dormir, no muchas porque tengo que inventar excusas con mis padres como que me iré a una fiesta y quedaré a dormir con un amigo. Algunas veces me acompaña mi novia, la única persona que sabe de su existencia, además de usted claro. Y en las tardes en que no hace tanto calor, vengo al parque a leer. Siempre en esta banca, y en esta banca es en donde encontré el libro. La tarde que lo encontré esperé hasta las 10 de la noche, pero nadie vino a buscarlo. Me fui a mi casa y al día siguiente se lo mostré a mi novia, que fue quien reparó en el hecho de que justamente era el libro que me faltaba para completar la obra de ese autor. Fue entonces cuando me planteé la posibilidad de quedármelo. Fuimos a la habitación del centro y comprobé en mi catálogo que, efectivamente, era el título que me faltaba. Me emocioné muchísimo porque era un título bastante difícil de conseguir en la ciudad. Pero, como le decía, desde niño aprendí a respetar los libros ajenos, por lo que empecé a venir al parque antes de la hora acostumbrada, me sentaba en la banca acostumbrada y esperaba a que apareciera el dueño del libro. Al final de la primera semana, pensé que tal vez esta persona sí acudía, pero al ver ocupada la banca se sentaba en otra, por eso decidí esperar en la banca que esta enfrente. Luego de otra semana, pensé que la persona no se sentaba porque le incomodaba, como a mí, sentarse y que otra persona se sentara frente a ella. Así que decidí entonces sentarme en una posición que me permitiera observar la banca sin ser visto. Y entonces apareció usted. Y aquí estoy, relatándole esta historia y preguntándole si este libro le pertenece.
- ¿Cuál es el título?
- El Libro de Arena, de Jorge Luis Borges.
- No es mío, debe ser de otro. No es necesario que mienta, tampoco me interesa quedármelo. Es tarde, me gustaría mucho seguir escuchándote pero tengo que acudir a una cita. Tal vez algún día coincidamos de nuevo y me seguirás contando de esa biblioteca tuya. Me atrevo a decirte que deberías quedarte el libro, pues aunque sea de otro, bien podría ser tuyo.
- Está bien, entonces, quizá este libro de otro estaba destinado a ser mio. Lo pensaré. Gracias por su tiempo, espero encontrarlo de nuevo.¿Cómo se llama usted?
- Yo me llamo Jorge Luis Borges, hasta pronto.

Dubitabilis Christi

Entre los breñales del campo árido y pajizo, en medio de una improvisada cueva infantil, de ramas y piedras, estaba sentado, con los brazos cruzados y el rostro embebido de tierra y sudor salado que me escocía los ojos. Por más incomodo que fuera no saldría de mi refugio contra la maldad infantil.

-No soy tu a amigo. Escuchaba repetirse una y otra vez, hasta el infinito; llegué a pensar que la voz podía reflejarse como la imagen en un espejo que proyecta sus formas hasta distancias inconmensurables.

-Me junto contigo para no estar solo. No soy tu amigo.- Dijo el mocoso unos meses más grande que yo, con el que todas las tardes jugaba en la casa de campo de mi abuelo. Hace ya mucho que ese tiempo finalizó.

Pronto las tardes fueron menos soleadas y regresé a mis muros del centro de la ciudad, dónde la única compañía era el alto librero que no podía alcanzar. Cientos de hojas blancas, unas cajas de colores y pinturas.

Cuando las tardes eran lluviosas, en particular aquellas con truenos, me quitaba los zapatos y comenzaba a escalar las repisas del librero, descubriendo en ellas viejas fotos empolvadas y uno que otro cachivache que tomaba como motín. Al ya sentirme bastante alejado del piso de mosaicos rosas, intuía que la zona de los grandes libros estaba cerca, solo bastaba alzar la mano y tras un leve golpe, un volumen caía estrepitoso contra suelo, se confundía con el trueno y su polvo con los nubarrones grises que cercaban la ciudad.

Aun descalzo me refugiaba en los sillones y abría el pesado libro en la parte donde las figuras eran belleza y adornadas con listones o con su misma desnudes, pero entre todas ellas encontré un ser que habría sus brazos al mundo, a mi mismo. A veces triste, otras feliz, pero siempre mío.

Sin embargo la soledad era pesada; de cuando en cuando, necesitaba un compañero con el cual compartir mis imaginadas aventuras por las colinas de Megido o las desilusiones que sufría al esperar en las escaleras del Kinder, el viejo pero macizo carro sesentero de mi abuelo.

Así que un día, dice mi madre, y yo mismo lo recuerdo, tomé cinco o seis hojas y uniéndolas dibujé sobre ellas su imagen, así, de una forma u otra era más tangible. Otras, cuando lo creía distante, agrupaba las macetas de mi Tita y enredaba en ellas las luces navideñas, esa era mi humilde llamada; un incipiente altar de amistad.

Pese a ello verle me aterraba, sus almendrados ojos, grandes y fijos me observaban, pedían ayuda desesperada, pero seguía mi camino de mano de mi Abuela y fingía no verlo, sin embargo a través de esos pasillos con olor a incienso era imposible no verle. Aquí y allá, con el rostro compungido de tanto amor.

Incluso después la mitad de la vida que llevo recorrida le llamaba, y el respondía logrando calmar mi angustia.

Pero nunca verdaderamente (y hoy lo sé) estuvo físicamente a mi lado. Pasaron los años y lentamente sus palabras fueron más queditas, llegando a lo inaudible.

Me olvidé de él por años, y si por una u otra cosa alguien me lo traía a cuenta, renegaba de su recuerdo. Olvidé el pasado y de las memorias suyas no permaneció un ápice.

Siendo ya mayor y camino a casa de un amigo, este real, o en apariencia lo era, descubrí, al cruzar del umbral de su puerta, y cuando la luz dorada se hubo disipado; allí, sobre el sillón bermejo un cuerpo; vejado pero hermoso, traspasado y sangrante, me preguntaba si sus formas fueron trazadas por Ángel Zárraga o Podesti, pero no había trazo, era de carne fresca y blanda, cabello de acanto y cristalinos ojos, pero sobre todo de corazón palpitante. Lo había recuperado.

Me estudió un rato y se sentó a mi lado; era el de siempre, impávido, divino. Sus manos sangrantes, la mirada cansina y su voz que en un murmullo me decía: ahora sí tenemos tiempo para conocernos mejor… acepté con una sonrisa cómplice.

Pero una vez que hice como Tomás, e introduje mi dedo en la carne preternatural, a fin de cerciorarme de la veracidad de su apariencia, descubrí que ciertamente había recuerdos, dolores y angustias. Pero malamente creí en el estigma de su falsa pasión y acompañe sus catorce terribles pasos, antes bien desde aquel momento debí darme cuenta de que él no existe. Al menos no en carne…

jueves, 28 de octubre de 2010

Anne

Heather y yo permanecimos cerca de entrada al jardín. Tras la boda y la partida de los invitados, Echo Lodge tenía un aire a tristeza; algunos listones y unas cuantas flores pisoteadas por accidente eran los silenciosos testigos que quedaban de la alegre ceremonia en casa de Miss Lavendar. Habíamos regresado por el pañuelo bordado de Heather y encontramos la casa cerrada y todo desierto. A punto de darnos por vencidas, vimos acercarse por la vereda a la bonita peliroja que estuvo practicamente a cargo de toda la ceremonia – salvo el matrimonio en sí, claro!  Acompañada de una criatura tan llena de moños y adornos que solo podía ser Carlota la Cuarta.

-        -   ¡Oh! ¿No está todo muy solitario? A pesar de todo, cuando se termina una boda no es mucho más alegre que un funeral, ¿no es cierto, Miss Shirley?

Anne Shirley sonrió y estaba a punto de contestar cuando se sobresaltó al vernos.
-        -  Disculpen, ¿Puedo ayudarlas?
-      -   Buenas tardes. Mi nombre es Heather. Somos viejas amigas de Miss Lavendar  y vinimos a su boda, pero me temo que dejé olvidado mi pañuelo en el vestíbulo.  De hecho, es el pañuelo de mi suegra, quiero decir, ella me lo dio en nuestra boda asi que es mio, pero lo que quiero decir…
-        -  Es que nos gustaría poder regresar por el pañuelo de mi amiga – Tanto Heather como yo tenemos tendencia a hablar de más cuando estamos nerviosas.

Anne sonrió exactamente como imaginé que sonreiría  y eso nos relajó. Nos indicó que la siguiéramos y entramos a la casita, a la que los últimos rayos del día habían dotado de una pátina dorada que la transformaba en un castillo en miniatura, con chimeneas en lugar de torretas y un porche donde el puente levadizo debiera estar. La princesa ya había tenido su final feliz y se había marchado con su príncipe, así que nadie vigilaba las almenas.

El leve empujón de Heather me sacó de mi fantasía, y sonriendo mis disculpas las seguí. Carlota se nos había adelantado y en una mesita ya había algunos panes y tazas esperando el fragante té para acompañarlos.

Tras el té, comenzamos a ayudar a las jóvenes a recoger los despojos de la fiesta. A punto de recoger un pobre pañuelo pisoteado –que con alivio noté no era el de mi amiga -  resbalé y hubiese caído si una mano firme no tomara mi brazo. Anne rió y me ayudó a incorporarme.

-        -  Me pasa todo el tiempo, no te apenes. Al principio daba muchos dolores de cabeza a Marilla, quien estaba segura que en cualquier momento iba a terminar en el fondo de un pozo o cayendo del segundo piso por andar con la cabeza en las nubes. ¡Oh! ¡Encontraste lo que buscabas! ¿Es por eso que arriesgaste tu cuello?

Las risas de Heather y mía causaron un leve rubor en el rostro de la maestra. Era verdad que tenía facilidad para hablar, y que era tan despreocupada como tímidas eran las demás jóvenes de su edad. Y mientras algunas envidiosas la etiquetaban como coqueta y su comportamiento como impropio de una dama, la verdad era que su frescura era genuina, y nada había de coqueta en su dulzura y su romántica forma de ver el mundo.
 
-¿Anne?

La delicada piel de la maestra se tiño ligeramente de nuevo al escuchar la viril voz que la llamaba desde fuera. Carlota corrió a recibir al joven, que sombrero en mano entró en la casita sin percatarse casi de nuestra presencia. Sus ojos, cualquiera podía ver, solo eran para su antigua compañera y rival unilateral, objeto de su afecto y sus planes a futuro.

-¡Aquí Gilbert! ¡No sabía que era tan tarde! Me apresuraré a terminar y entonces podemos irnos
-Deja. Nosotros terminaremos- intervino Heather - ¿Qué te parece si mientras guardamos lo que falta te ocupas de que tu amigo no se aburra? El jardín es hermoso a esta hora.

Con solo el más leve de los titubeos, ambos salieron, él con una actitud protectora respecto a ella, que parecía ser la única que no se daba cuenta que en su rostro, desacostumbrado a fingir, se notaba el sentimiento que le reciprocaba.

En el momento en que cerraron la puerta desperté, sin saber si aún soñaba. Vi en el reloj que era medianoche, calculé que Heather, en Australia, estaría despierta y la llamé. Al primer timbrazo, contestó y apresuradamente me dijo

-¡soñé contigo y no vas a creer! ¡conocimos a Anne!

miércoles, 27 de octubre de 2010

Soleado mediodía en un martes de mayo


Pinche cruda, el dolor de cabeza, de músculos, de huesos, la fotosensibilidad pero sobre todo el bajón, la cruda moral, esa maldita depresión que acompaña los excesos, no se puede menos que sentirse un pedazo de excremento en un espacio infinito. La inestabilidad de las tripas, los sudores fríos, vuelta tras vuelta en la cama hasta que quedas enredado en las sabanas, sin poder dormir y sin la voluntad de levantarte.

Después de unos cuantos minutos tras un impulso exacerbado salte de la cama me vestí rápidamente con lo primero que encontré y me arroje hacia el cerro. Tal vez una buena caminada una sudada seria el remedio ideal. Camine a paso acelerado por el centro de la ciudad contemplando a la puta gente feliz en una puta mañana feliz de martes, con sus ocupaciones y quehaceres todos tan importantes. Sentí nanceas. Tuve que apresurar el paso para no vomitar a la orilla de la acera en ese momento.

Al ir alejándome del centro fue cambiando el tipo de gente que veía, también fueron aumentado los perros en la calle, la mayoría de las veces mugrientos y sarnoso, gallinas correteando y niños sucios y encuerados jugando en la calle. Así tome el camino de las purificadoras hacia el colomo, pero al llegar al canal me metí hacia el cerro en dirección de la laja de arriba, pasaron algunos cientos de metros, minutos, pensamientos cuando consciente o inconscientemente abandone el camino para las camionetas y seguí el de herradura, después deje el de herradura y tome esas pequeñas brechas que los animales trazan con su habitual caminar, sus rutas sus senderos.

Sin saber ya a ciencia cierta hacia donde me dirija me fui adentrando en una cañada que en su vértice albergaba a un arroyo en un camino muy accidentado y casi vertical. Bordeando la barranca comencé a escuchar un suave gemido de hombre, movido por la curiosidad trate de seguirlo hasta que los pude ver escondido detrás de una roca. Un joven delgado de cuerpo atlético, cabellos rubios y piel tersa extremadamente blanca, al parecer de unos 16 años se encontraba con las piernas figurando un compás abierto a 45 grados, estaba reclinado apoyado sobre una piedra con la cabeza muy cerca de un chorro de agua que brotaba por encima de otra piedra llenandole la cabello de rocío, volteaba frecuentemente hacia atrás donde otro muchacho, que se veía elegante y refinado, quizá un poco mayor pero igualmente atlético y hermoso le arrancaba esos placenteros gemidos embistiéndolo con fuerza y determinación llenándose de ese gran deleite anal, de repente casi sin hacer un gesto saco un filoso y reluciente puñal con el que degolló a su amante eyaculando después sobre el cuerpo muerto.

No sabia si seria un desvarío de mi imaginación por mis sentidos alterados, pero todo era tan real, tuve que voltear rápidamente para no ser visto pero me quede petrificado ahí mismo, tirado sobre la hierva seca de mayo. En esa posición tan desagradable fui sorprendido por el homicida que me clavo una tenaz mirada (vestía de una manera extraña, es decir como de otro siglo), era tan duro su mirar, y despedía tanta maldad su presencia que me quede helado, atónito, pasaron unos segundos que me parecieron siglos hasta que volteo y se alejo desapareciendo por el camino, la hierva parecía cederle el paso.

Me tomo tiempo recuperarme de la impresión y al tratar de aclarar mis pensamientos reconocí estupefacto que aquel no podría ser otro que Maldoror.

domingo, 24 de octubre de 2010

Prompt 2

Escribe la escena donde tu y tu personaje ficticio favorito se conocen accidentalmente.

viernes, 22 de octubre de 2010

Mala suerte



-          -Solo falta que te eches para atrás a ultimo momento…
-          -¡A que no!
-         - Pinche “Verruga”,  eres un miedoso
-          -¡que no! ¡y no me digas verruga!

Flaco, con el rostro lleno de espinillas y con un palmo menos de estatura que la mayoría de  los chicos de su edad, “Verruga” no se caracterizaba precisamente por valiente. La verdad no creí que el pequeño adefesio hiciera acopio de valor para acompañarme y colarnos en la piscina del club, exclusiva para los niños “nais”, de carro del año en cuanto entraban a la prepa y vacaciones fuera del país cada verano.  Nosotros en cambio, cada verano marcaba el fin del trabajo de medio tiempo y el inicio del de tiempo completo. Ni hablar de moto nueva, mucho menos auto. Pero un día yo iba a ahorrar lo suficiente para comprarme un auto decente y entonces…

-       -   Y si hay bichos?- ¿ya dije que Verruga era un delicado? La enfermera de la escuela lo llamaba hipocondríaco. Cuando él me preguntó que significaba, yo le dije que era algo para lo que no tenía dinero.

-        -  No hay bichos! No ves que cambian el agua casi diario?  Como si no me hubiera hartado de tallar cada tercer día toda la alberca el verano pasado, y de estar echando quien sabe que tantos químicos y cosas raras al agua. Ve tú a saber si al rato no se les cae la carne de tanto bañarse en eso. Tranquilo, es el agua mas limpísima del mundo – añadí al ver la cara de horror de Verruga. Ya se estaría imaginando los cuerpos, separada la carne del hueso como una gran olla de sopa de pollo. Ugh. Ok, hasta a mi me dio cosa.

Con la plática corto se nos hizo el camino, y ya en el club nos metimos por el hueco entre los setos que descubrí  cuando trabajaba ahí. Crucé los dedos para que aún no se hubieran dado cuenta y puesto algún otro árbol o de plano la continuación de la cerca, pero por una vez parecía que la suerte estaba de nuestro lado.

En el mismo seto escondimos los zapatos y la ropa que llevábamos atada en las toallas, y ya listos nos acercamos a la alberca.  Verruga parecía ratón asustado y casi me arrepentí de no haber invitado a otro. Pero el pobre casi no tenía amigos. Ni modo.  ¡Al agua vas, Verruga! Le grité al momento de empujarlo, y el cómico grito de niña se cortó cuando el agua cubrió mis oídos, habiéndome lanzado tras él. No vaya a ser que no sepa nadar y ¿qué hago yo con un muertito?

No había mucha luz, y solo se distinguían los bordes de la alberca por los focos que estaban a ras del suelo todo alrededor. Cerré los ojos y me imaginé que la alberca era mía, que cuando saliera podía entrar directamente a mi casa, donde me estaría esperando un baño caliente y una cena, y una cama bien cómoda, en mi cuarto con televisión…- ¡pinche Verruga! ¡fíjate por donde nadas!- lo empujé, enojado de que hubiera chocado conmigo e interrumpido mi sueño.

-¿Qué dices? – me contestó él desde el otro lado de la alberca. Me le quedé viendo sin entender, y rápido me di la vuelta para ver quién era el (o la) que estaba nadando con nosotros sin hacernos ruidos.

Entonces fue que me di cuenta que de muertito uno no nada boca abajo, a menos que esté muerto de verdad. Le di la vuelta al cuerpo que acababa de flotar a la superficie de seguro, porque no lo habíamos visto antes.  La limpísima alberca ya no estaba tan limpia, con el cadáver de la chica y la bilis que vomité junto con mi cena al reconocerla.

El verano pasado, la princesita de papá se la pasó todos los días en el club. Siempre con ropa cara. Siempre con un montón de “amigas” que en cuanto se alejaba empezaban a destrozarla, todas con envidia y luego la cara falsa. Nadie piensa que el que limpia la alberca y recoge su tiradero pueda escuchar lo que dicen.

A veces, cuando estaba sola y parecía que estaba pensando, hacía gestos con la boca como si hubiera comido algo amargo. Y entonces buscaba otra de las viborillas, como para no estar sola y pensar.

Ahí muerta, su rostro estuviera completamente relajado, y hasta sonreía Como si le hubieran quitado un peso de encima.

Prometimos no hablar nunca de eso y huimos.

jueves, 21 de octubre de 2010

extrañas casualidades

A tan sólo unas horas de haberla conocido decidí arriesgarme y fue entonces cuando le mandé un mensaje pidiéndole un encuentro que aceptó sin mucha resistencia, tan sólo la normal y aceptable. Nervioso, fumando, y caminando de un lado a otro miraba el reloj una y otra vez, hasta que entré a la tienda para comprar un café. Dos tragos que me quemaron la garganta y apareció, no ella, sino su mejor amiga, la que tuvo a bien presentarme con ella en aquella fiesta improvisada, espontánea. Caminamos recordando precisamente el momento embarazoso en que por tratar de demostrar una estupidez tiré el vaso de cerveza (patético, mil veces patético, no dejé de decirme en toda la noche) sobre la mesa ocasionando una reacción en cadena que terminó por arruinar su teléfono celular. Intercambiamos los teléfonos con la intención de que yo lo mandaría reparar y se lo devolvería cuando estuviera listo y, mientras tanto, ella usaría el mío. Seguimos caminando y hablando, y de vez en vez nos deteníamos para que yo fumara un cigarrillo (ella no fuma), hasta que nos dio hambre y le propuse que fuéramos al mercado cercano a la zona por la que andábamos. Ubicaba un lugar bastante modesto pero interesante. La decoración era muy sobria y siempre dejaban escuchar música al gusto de los comensales, que casi siempre eran pocos, pero nunca estaba solo. Fuimos ahí y luego de cenar pedimos una copa de vino tinto, y después una botella. Hablábamos de su amiga y de cómo habíamos esa extraña cita, nuestra primera comunicación luego del incidente. Fue entonces cuando me dijo que no sabía de la mencionada cita y que ella había pasado por casualidad, me había visto y quiso saludarme. De su amiga pasamos a hablar de los proyectos en los que estábamos trabajando. Coincidimos en el interés por desarrollar un guión para un documental sobre las extrañas casualidades que nos llevaron a coincidir en una cita fallida y motivada por una patética exhibición de estupidez. La botella se terminó y entonces fuimos al pub cercano a tomar una guiness, pues ella no había tenido oportunidad de probarla y yo había pasado la última media hora hablando de cuánto me gustaba ir todos los martes a ese pub a tomar una guiness después del trabajo. El paseo rumbo al pub transcurrió tranquilo, y tal vez por la oscuridad,las sombras de los árboles y el silencio de la colonia, nos hizo caminar cada vez más juntos y tomarnos de la mano. Al final de la segunda cuadra ya nos habíamos besado y luego de una dos guiness nos confesábamos la mutua atracción que sentíamos, y que de mi parte era apenas una ingenua idea que yo consideraba totalmente alejada de mi alcance. Ella, sin embargo, se decía enamorada de mi desde aquella ocasión en que participé en un homenaje luctuoso y en el que canté dos canciones solo con mi guitarra. “No tengo tiempo de cambiar mi vida” me dijo al oído, y sonreí incrédulo al recordar la canción y me prometí que haría todo lo posible por llegar a amarla. Decidimos no tomar más, y salimos a caminar por esa misma calle, besándonos en cada esquina, y fumando a media cuadra. Era la colonia rica más antigua de la ciudad y fantaseábamos con vivir en una de esas mansiones, en la que pasaríamos tardes y noches enteras besándonos y fumando, tirados en el pasto y mirando las estrellas, las pocas que aún podían verse en el cielo de la ciudad. Una de las mansiones llamó nuestra atención. Y lucía sola, así que, luego de intercambiar miradas cómplices, saltamos la verja. Era medianoche. Los casi laberínticos jardines conducían a una alberca, que pese al evidente abandono de la mansión, lucía limpia e incluso recién utilizada. No lo dudamos ni un segundo. Nos despojamos de nuestras ropas y nos metimos en ella. El agua estaba tibia. Reímos sin hacer ruido y nos besamos nuevamente. La oscuridad era casi total, y en un momento nos quedamos mirando hacia el final de la alberca y reparamos en una sombra extraña. Observamos atentamente y con espanto nos dimos cuenta que era un bulto sobre el agua, pensamos que era algún animal por lo que salimos rápidamente, nos pusimos la ropa y nos acercamos para ver de cerca. No era ningún animal, era su amiga, flotando inerte en la alberca… un golpe seco rompió el silencio detrás de él, que ahogó un grito de horror y se volvió hacia su acompañante…

domingo, 17 de octubre de 2010

Prompt 1

Tu y un amigo (a) se meten a hurtadillas después de horas a la alberca del club. Mientras están divirtiéndose nadando, son sorprendidos por un cadáver que de pronto flota a la superficie. Con horror descubres que es alguien que conoces.