Reglas

1.- Los prompts se publicaran cada domingo
2.- Cada historia deberá publicarse a más tardar a las 12:00 de la noche del viernes siguiente.
3.- Cada historia debe ser de un máximo de 750 palabras. (no incluido el título en su caso)
4.- Al aceptar el prompt, es necesario dejar un comentario en el mismo como compromiso de publicar la historia.
5.- Agregar a su post con la historia la etiqueta "cuento " y luego su nombre.

jueves, 21 de octubre de 2010

extrañas casualidades

A tan sólo unas horas de haberla conocido decidí arriesgarme y fue entonces cuando le mandé un mensaje pidiéndole un encuentro que aceptó sin mucha resistencia, tan sólo la normal y aceptable. Nervioso, fumando, y caminando de un lado a otro miraba el reloj una y otra vez, hasta que entré a la tienda para comprar un café. Dos tragos que me quemaron la garganta y apareció, no ella, sino su mejor amiga, la que tuvo a bien presentarme con ella en aquella fiesta improvisada, espontánea. Caminamos recordando precisamente el momento embarazoso en que por tratar de demostrar una estupidez tiré el vaso de cerveza (patético, mil veces patético, no dejé de decirme en toda la noche) sobre la mesa ocasionando una reacción en cadena que terminó por arruinar su teléfono celular. Intercambiamos los teléfonos con la intención de que yo lo mandaría reparar y se lo devolvería cuando estuviera listo y, mientras tanto, ella usaría el mío. Seguimos caminando y hablando, y de vez en vez nos deteníamos para que yo fumara un cigarrillo (ella no fuma), hasta que nos dio hambre y le propuse que fuéramos al mercado cercano a la zona por la que andábamos. Ubicaba un lugar bastante modesto pero interesante. La decoración era muy sobria y siempre dejaban escuchar música al gusto de los comensales, que casi siempre eran pocos, pero nunca estaba solo. Fuimos ahí y luego de cenar pedimos una copa de vino tinto, y después una botella. Hablábamos de su amiga y de cómo habíamos esa extraña cita, nuestra primera comunicación luego del incidente. Fue entonces cuando me dijo que no sabía de la mencionada cita y que ella había pasado por casualidad, me había visto y quiso saludarme. De su amiga pasamos a hablar de los proyectos en los que estábamos trabajando. Coincidimos en el interés por desarrollar un guión para un documental sobre las extrañas casualidades que nos llevaron a coincidir en una cita fallida y motivada por una patética exhibición de estupidez. La botella se terminó y entonces fuimos al pub cercano a tomar una guiness, pues ella no había tenido oportunidad de probarla y yo había pasado la última media hora hablando de cuánto me gustaba ir todos los martes a ese pub a tomar una guiness después del trabajo. El paseo rumbo al pub transcurrió tranquilo, y tal vez por la oscuridad,las sombras de los árboles y el silencio de la colonia, nos hizo caminar cada vez más juntos y tomarnos de la mano. Al final de la segunda cuadra ya nos habíamos besado y luego de una dos guiness nos confesábamos la mutua atracción que sentíamos, y que de mi parte era apenas una ingenua idea que yo consideraba totalmente alejada de mi alcance. Ella, sin embargo, se decía enamorada de mi desde aquella ocasión en que participé en un homenaje luctuoso y en el que canté dos canciones solo con mi guitarra. “No tengo tiempo de cambiar mi vida” me dijo al oído, y sonreí incrédulo al recordar la canción y me prometí que haría todo lo posible por llegar a amarla. Decidimos no tomar más, y salimos a caminar por esa misma calle, besándonos en cada esquina, y fumando a media cuadra. Era la colonia rica más antigua de la ciudad y fantaseábamos con vivir en una de esas mansiones, en la que pasaríamos tardes y noches enteras besándonos y fumando, tirados en el pasto y mirando las estrellas, las pocas que aún podían verse en el cielo de la ciudad. Una de las mansiones llamó nuestra atención. Y lucía sola, así que, luego de intercambiar miradas cómplices, saltamos la verja. Era medianoche. Los casi laberínticos jardines conducían a una alberca, que pese al evidente abandono de la mansión, lucía limpia e incluso recién utilizada. No lo dudamos ni un segundo. Nos despojamos de nuestras ropas y nos metimos en ella. El agua estaba tibia. Reímos sin hacer ruido y nos besamos nuevamente. La oscuridad era casi total, y en un momento nos quedamos mirando hacia el final de la alberca y reparamos en una sombra extraña. Observamos atentamente y con espanto nos dimos cuenta que era un bulto sobre el agua, pensamos que era algún animal por lo que salimos rápidamente, nos pusimos la ropa y nos acercamos para ver de cerca. No era ningún animal, era su amiga, flotando inerte en la alberca… un golpe seco rompió el silencio detrás de él, que ahogó un grito de horror y se volvió hacia su acompañante…

2 comentarios:

CT dijo...

Muy chido, Nestor!

Magnolia dijo...

Le quedó muy chido, señor secretario :D