Reglas

1.- Los prompts se publicaran cada domingo
2.- Cada historia deberá publicarse a más tardar a las 12:00 de la noche del viernes siguiente.
3.- Cada historia debe ser de un máximo de 750 palabras. (no incluido el título en su caso)
4.- Al aceptar el prompt, es necesario dejar un comentario en el mismo como compromiso de publicar la historia.
5.- Agregar a su post con la historia la etiqueta "cuento " y luego su nombre.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los apócrifos de Doña Porfiria

Doña Porfiria Vázquez rara vez se dejaba ver, siempre o casi siempre permanecía en su casa del centro de ciudad, un viejo caserón decimonónico herencia de sus abuelos, si por alguna razón debía salir de su casa lo hacia siempre con una sevillana oscura que cubría buena parte de su rostro.

Me casé con su hijo por la insistencia de este, al paso de los años comencé a quererlo un poco, pero a su madre de tripas negras jamás.

Hijos no tuvimos, solo un par de gatos a los que doña Porfiria amaba como a sus nietos.
José era parco como su madre, austero como una escultura en sal.

Los domingos a media mañana después de la misa de nueve en el templo de san Lucas íbamos a desayunar a su casa, ahí sobre la mesa, huevos duros, frijoles refritos y una bastedad de guisados que ella misma se esmeraba en hacer.

Sentados en el comedor de amplios ventanales con vista al jardín, la infame mujer no paraba de recriminarme lo flaco que estaba su hijo, o la falta de nietos reales. Callaba un rato para darle un sorbo a su café y continuaba su sarta de irónicos insultos disfrazados de mustia cortesía.

Después del desayuno caminábamos por el jardín trasero, ella siempre del brazo de José, yo atrás como sombra indeseable.

Una hora antes de la comida nos retirábamos a nuestra casa, de estilo un poco más moderna a dos cuadras de la suya.

Así transcurrían los años de matrimonio, monótonos, desesperantes.

Una noche próxima a la Navidad el llamante sonó con hondos golpes angustiados, José se enfundó en la bata y bajó las escaleras de bronce. Alarmada, yo miré por el balcón y observé al criado de doña Porfiria, ellos al notar mi presencia miraron hacia el balcón. José con un gesto me indicó bajará con él.

Su rostro cenizo estaba angustiado, me apretó las manos y me pidió fuera a casa de su madre, pues estaba gravemente enferma, él en compañía del criado buscarían al doctor.

Cuado abrí la pesada puerta de roble de su habitación no pude ver nada, pero a medida que mis ojos se acostumbraban a la oscuridad vi su negra silueta en un ambiente aun más negro, ahí, sola, meciéndose en su silla estaba doña Porfiria.

Sabía que algo tramaba la perversa mujer de ojos de carbón encendido, solo ellos y el camafeo de su ropa brillaban en aquel nefando aire.

Sangraba de su brazo izquierdo, brazo aguado e hirsuto, la mordida de un perro, de un gato o un demonio, todo podía imaginarlo, todo de ella era posible.

-Acércate María, que no he de morderte, acércate maría que me estoy muriendo.

Yo sabía que no era verdad, su boca estuvo siempre seca, las ojeras cardenales nunca pudo ocultarlas, nada me hacía pensar que sus palabras eran verdaderas. Este era mi momento de venganza. Junto a su tocador estaba sentada una muñeca con una pequeña paloma de hule en las manos, la aparte con saña, descargando en ella todos los malos tratos y abrí el cajón principal, buscando una respuesta a esa comedía sin sentido.

Nada me hablaba de una oscura conspiración, no asesinato o brujería. Tan solo fotografías en sepia de su esposo y ella, de José de niño, joyas, un libro y más recuerdos.

No importaban sus memorias, yo sabía que algo oscuro planeaba, salí de la habitación y regresando con lámpara en mano iluminé todo a mi paso. Como un flash fotográfico el tocador, la cama, y las imágenes de los santos brillaron.

Tras un minuto de ceguera la siniestra Porfiria apareció al centro de la escena, con una serpiente a sus pies y la mirada perdida. Había muerto ya.

Nunca nada planeó en su vida contra mí, creo saber que su desprecio recaía en la perdida de su único hijo. Aun hoy, en mi vejez me siento culpable por dudar de ella en sus últimos momentos. Cuando me acerqué a ver su aceitunado rostro pude leer en sus fatales labios, como tatuado con el dedo de la muerte la siguiente frase:

“Ser prudentes como palomas, pero astutos como serpientes”

domingo, 28 de noviembre de 2010

Prompt 7



Nunca le has caido muy bien a tu suegra, así que cuando se te acerca y te dice que "quiere conocerte mejor", instantáneamente sospechas algo. Estas convencido (a) que eso no es todo lo que quiere, y decides jugar al detective e indagar qué está ocurriendo en realidad. Lo primero que notas es que tiene una rara herida en su brazo y que lleva un pollo de hule al que le falta una pata. Escribe esta ESCENA.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Prompt 6

Escribe el sueño más ridículo que hayas tenido. En la historia, debes justificar todo lo que pasa, no importa cuan bizarro sea (por ejemplo, traes puesto un traje de plátano porque estas a punto de ir a tu nuevo trabajo en una frutería donde es el uniforme requerido)


*Les recuerdo, es necesario que limiten su narración a 750 palabras y comentar  en este mismo post  para comprometerse a publicar. Las etiquetas "cuento de . . . . ." harán que la clasificación sea más fácil después. Gracias

viernes, 12 de noviembre de 2010

Despedida

Ya había perdido la cuenta de las botellas que me había tomado desde que regresé del cementerio.  Mientras fue necesario, mantuve la compostura y ayudé a la familia de mi mejor amiga a realizar las tareas más triviales para que pudieran concentrarse en recibir los pésames, decidir los detalles del entierro, despedirse…

Despedirse…

Arrojé la botella vacía con furia a la pared, donde sus restos se unieron a los de las anteriores botellas.  Siempre dijimos que viajaríamos a Europa cuando tuviéramos nuestros títulos. Prometimos acompañarnos en las cosas más importantes.  Ella corrió a consolarme cuando terminé con el que creía el amor de mi vida y yo fui la confidente de la pérdida de su virginidad.

No solo éramos vecinas y amigas. Éramos hermanas. Y ahora gracias a un idiota que chocó de frente con ella y provocó que su auto cayera al barranco, sus padres ni siquiera tenían el consuelo de haberla visto por última vez.  Sus restos calcinados fue lo último que vi de ella, por haberme ofrecido a identificarla. Como si eso fuera posible.

Oí el paso de una persona que deslizó algo bajo mi puerta. Genial.  Ya había llegado el correo, lo que significaba que había pasado otra noche sin dormir.  Lo poco que quedaba racional en mí decidió que ya era tiempo de volver a la normalidad y a la vida laboral. La comprensión de mi jefe no iba a durar por siempre, y no quería perder mi medio de subsistencia además de a mi amiga.

Con torpeza me acerqué a la entrada y recogí una única postal, con una horrible foto de una playa equis. Al darle la vuelta, mi deseo de sobriedad se vio inmediatamente concedido. Ahí, en la letra peculiar de Patricia, solo este mensaje:
“No estoy muerta. Te espero esta noche en la Pizzería de Guido´s.  No le digas a nadie.  P.”

El frío se apoderó de mi cuerpo.  Si esto era una broma enferma, el bromista iba a tener más de lo que esperaba.  Corrí al baño al no poder controlar las arcadas, y tras lavarme la cara, mi espejo me mostró los estragos de esta semana pasada.

A las ocho me encontré sentada en una meza del fondo en la Pizzería.  El aroma que venía de la cocina me recordó lo poco que había comido en estos días, así que ordené mientras esperaba ... ¿a qué? ¿Al bromista? ¿a un fantasma?

Una hora más tarde la vi entrar. Su cabello estaba teñido de negro ahora, y usaba gorra y unos lentes, pero su paso era inconfundible.  En ese momento, todo el dolor de la semana pasada se volvió un huracán de sentimientos encontrados. Quería abrazarla y decirle cuanto la había extrañado. Quería golpearla, descargar con ella todo el coraje que había sentido hacia su “asesino”. Quería vaciarle el agua en la cara, salir y nunca saber de ella.

-¡Espera! Antes que digas nada, antes que hagas nada, espera. Déjame explicarte. – me dijo sentándose frente a mí.

-¿Déjame explicarte?¿Qué explicación podrías tener para lo que nos has hecho pasar? ¡¿Qué cosa tan importante puede haberte impedido decirnos a tus papás, a mi el pequeñísimo, insignificante detalle de que estabas viva?!- La ira que a duras penas había logrado contener explotó de pronto. Por suerte el local estaba vacío o su intento de discreción hubiera volado por la ventana.

- Lo sé – y sus ojos, que nunca me habían podido engañar, me mostraban la tristeza que sentía. – Llegué primero con mis papás. Para mañana, todos creerán que no pudieron soportar la tristeza y tuvieron que mudarse de inmediato. A esta hora están en un avión.

“Apenas y me permitieron encontrarnos. No es casualidad que nadie haya entrado en este lugar mas que tu. El auto, el accidente, todo fue arreglado.  Y después de hoy no puedo volver a ponerme en contacto contigo”

Asentí en silencio, con la boca seca porque no sabía que otra cosa hacer y ella siguió hablando.

-El  servicio que hice en la aseguradora, el aburrido trabajo de verano; bueno, es la razón de todo este lio.

“Estuve archivando papeles relativos a demandas y pagos, y destapé una cloaca sin querer. ¡ Cari, han estado cambiando los beneficiarios de personas que viven solas y que luego misteriosamente mueren!  No puedo decirte más, pero va a caer mucha gente importante, y yo voy a ser un testigo”

Protección de testigos.  Llegaron por ella, nos abrazamos, y por segunda vez en esta semana, le dije adiós a mi mejor amiga. 

Creatura

La semana pasada tuve problemas para publicar el cuento, apenas encontré una versión preliminar y traté de terminarlo de nuevo de la forma mas cercana a como era la versión que perdí. CT.


Me froté los ojos, deseando por enésima vez que llegara mi día de descanso para reponerme. Todos los músculos me dolían tras haber limpiado jaula tras jaula, tras jaula. Y a veces, la basura dejada por los visitantes al zoológico era peor que lo que mis animales producían.

Mis animales. Me encanta mi trabajo. Pero me va a llevar a la muerte.

Como si la hubiera invocado, el personaje que entró bien podría haber representado al Recaudador de almas. Flaco y nervudo, lo que podía ver de  su piel era un mapa de cicatrices, y una especialmente cruel le cruzaba la cara llevando un lado de su boca permanentemente hacia abajo, en un rictus de enojo. Nah, la muerte sería más alegre. Y su voz menos polvorienta, de seguro.

Mientras concluía mi  análisis, el hombre me explicó que había traído algo que podría interesarme, si es que no tenía miedo de las creaturas salvajes. Me reí por lo bajo, pensando en los tigres, serpientes y demás que tenía que alimentar cada día. Llegamos hasta una caja enorme de madera, en apariencia muy pesada, reforzada por todos lados con barras de metal y con agujeros para respiración. El animal debía ser bastante grande, porque la caja se movía con cada golpe. Aflojé las manos que sin percatarme había hecho puño y me sequé el sudor en las piernas del pantalón.

-        -  Lo encontré casi por casualidad, o más bien él me encontró. De haber creído que existía algo semejante, no lo hubiera buscado. – dijo el cazador, sacando una lata de tabaco de la vieja chaqueta de cuero.

Había llegado hasta China siguiendo el rastro de un elusivo y atípico lobo siberiano. El animal no solo viajaba apartado de la manada, sino que su gran tamaño y su pelaje rojo lo hacían aún mas apetecible para… coleccionar. El lobo viajó hacia el sur, alejándose de las heladas estepas y llegando  a las regiones menos frías de Asia.

Ahí  se detuvo. Un escalofrío lo recorrió y tomó otro trozo de tabaco para masticar.

-         -  Llegó un momento en que perdí su rastro. Y eso es difícil que suceda. Toda mi vida he sido rastreador,  es lo único para lo que sirvo.
-           
“Llegué a un claro en medio de la vegetación, y me detuve antes de entrar. En un bosque no debe haber silencio, menos de noche y sin embargo ahí no había ni el susurro de una hoja agitada por el aire.  Ahí yacía una creatura de pesadilla: los enormes ojos a los lados de una cabeza gigantesca, medio cubiertos de sangre coagulada y una herida abriéndole el hocico no la  hacían parecer menos peligrosa por su debilidad. Antes hubiera esperado que se levantara y me devorara. Estoy seguro que si tuviera todas sus fuerzas me habría despedazado antes de dar el primer paso.”

“Entonces fue que comencé a escuchar en mi mente una melodía triste, casi fúnebre; y unas figuras como humanos fueron acercándose a la bestia desde diferentes puntos. Fantasmas brillantes que se inclinaron con reverencia y rodearon al enorme animal, que comenzó a brillar también y a desvanecerse.

Una figura se me acercó, a pesar que estaba escondido y en silencio; traía en sus manos un pequeño bulto que temblaba. El espectro me miró y en mi mente le escuché decirme que ya era mi turno. Puso el bulto, que resultó ser una versión miniatura de la bestia, en mis manos, y desapareció.”

El viejo me miró intensamente, y comenzó a silbar una tonadilla suave que provocó que los movimientos en la caja cesaran. Me hizo señas de que le siguiera y abrió la tapa de la caja.

La bestia adentro no debía existir.  El cuerpo de un alce, los cuernos de un ciervo, la cola de búfalo y pezuñas de caballo no eran lo hacía más extraño, sino las escamas que cubrían todo su cuerpo.  Cuando era estudiante hice un viaje a la Ciudad Prohibida y ahí había visto las estatuas dedicadas a este animal de fábula.

-       -   Lo he cuidado más de ochenta años, y en ese tiempo me ha permitido envejecer más lentamente, pero estoy cansado. Es tiempo de que tenga nuevo guardián. Te he observado. Tú tendrás mejor cuidado con él. Y aquí no estará solo. Los animales lo venerarán.
-           
El viejo se fue, despidiéndose del Qilin y sin darme tiempo de asimilar la fantástica historia. Me volví al animal, y en mi mente comencé a escuchar una tonada suave.  Sabía que lo cuidaría. 

domingo, 7 de noviembre de 2010

Prompt 5

Una semana después del funeral de un amigo(a) cercano (a), recibes en tu correo una postal con las palabras "No estoy muerto (a). Te espero esta noche en la Pizzería de Guido. No le digas a nadie."



*Les recuerdo, es necesario que limiten su narración a 750 palabras y comentar  en este mismo post  para comprometerse a publicar. Las etiquetas "cuento de . . . . ." harán que la clasificación sea más fácil después. Gracias





viernes, 5 de noviembre de 2010

Origen

Era ciertamente Miguel es el más bello de los guardianes del antediluviano jardín.
Pasaba eternidades completas en la banca de alabastro entre los dos altos plataneros de perenne fruta dorada, solo abandonaba su sitio cuando La Voz solicitaba su presencia en las columnatas del monte Sión.

Sus demás compañeros se encontraban diseminados en las infinitas esquinas del parque primero, sin embargo ninguno de ellos podía igualarlo en gracia ni fuerza.

Sin embargo cercano a la voz había uno más bello, el Arcángel Pavo real, y a este nadie podía superar en sublime belleza, ni siquiera el bien amado Miguel.

Pese a cualquier supuesto, el preferido de La Voz, temía ya desde algunos eones previos, que su brillo se opacara por una nueva criatura que, según rumores de los Tronos, sería la dicha de la colección, la imagen tangible de ese a quién nadie ha visto.

Se urdió pues un plan infalible; luego de que el extraño ser, simiesco y torpe fue dejado por la mano poderosa en los linderos del Eufrates, el Arcángel Pavo real descendió desde sus altas mansiones y enfundado en una piel ajena se presentó ante Miguel, exigiendo por las mas altas potestades a el conferidas, abriese las puertas del jardín primero.

El castaño cuidador negó la entrada poniendo como pretexto (falso pretexto) que no reconocía aquellas carnes viperinas.

Ardiente de celos, celos producidos por el más flamígero amor, se deslizó entre los fresales y viendo a su rival tendido en la fresca hierba, se acercó sigiloso, apoyando su marmóreo rostro en una rosa, lo contempló largo tiempo. Se perdió en sus formas bien trazadas, un cuerpo joven de mata rubia, respirando tranquilo entre orquídeas de sutiles notas.

Suspiraba el Arcángel disfrazado y oculto entre la rosaleda se aproximó a su victima y ciego de ira se lanzó contra su pecho, pero a medio camino fue descubierto por la inocente mirada del otrora durmiente. Todo oscuro sentimiento fue calmado por el vaho del nuevo ser. Deslizó su frío cuerpo por entre los muslos y brazos del recién creado. Se enroscó por entre sus finos dedos y susurró las canciones que cantaba a La Voz. Ambos, hombre y serpiente fueron desde ese momento uno mismo.

Pero esta historia no termina con reconciliación. No.

Largas vidas vivieron el hombre y la serpiente en los bastos valles; por las noches cuando las estrellas aun no eran creadas, el Arcángel Pavo real abandonaba su disfraz y lo llevaba a reposar a otros mundos.

Celosa La Voz, decidió tajar su dicha, y descendiendo por la cantidad sin cuenta de escalones que separaban el jardín de su trono, creó un ser extraño de mecanismo complejo, semejante al hombre pero de tesura ignota.

Se cubrió de lodo ambarino y dio tres golpes con su báculo en las puertas de cristal de roca.

-Miguel de los ojos claros y hondos poderes, soy aquel a quien llamas, soy aquel que te llama. Presto el traslucido ser se postro ante su amo, y besando el fuego que salía de la túnica lodosa se puso a su servicio.

-Levántate hijo de Luz, que tu faena inicia, toma esta caja de obsidiana, y cuando el hombre duerma y el antes bienaventurado se encuentre ausente, deja la caja entre sus piernas y lee a su oído esta nota.

La Voz cubierta le dio un pergamino de lustro oro, en el cual labrado a fuego venía una maldición impronunciable y las formas de otro ser.

Miguel cumplió con su terrible tarea. Cuando la luz había penetrado en el valle, y el primer padre posó sus ojos en el negro cofre, la serpiente intentó advertirle de la trampa. Dentro, le dijo, se encuentra un ser similar a ti, que pese a su singular belleza será la hacedora de tus males y virtudes.

Desoyendo su voz abrió el baúl de asa ósea y la historia viró su rumbo.

Incontables tiempos duró el Arcángel vagando por las aguas y los desiertos estelares, con el corazón roto, sin nadie…

Hasta el día que un rumor cual eco llegó hasta la profundidad en que se hallaba.
La turbia voz, perdida en ira conjuró un nuevo maleficio contra sus nuevas creaciones. La Muerte.

Apurado nuestro Arcángel ascendió al jardín primero, vio la forma cautiva de su amado, suave, de formas esferadas, tersa y pulcra, y también la amó. Ocurriósele pues sugerirles que ellos también fueran como dioses. Lo demás usted lo sabe, y desde entonces, hombre, serpiente y mujer, son uno mismo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

PODEROSO IMPOTENTE (prompt 3)

Abro mis ojos en un lugar desconocido, todavía adormilado veo un resplandor que me ciega, entre mis alucinaciones hipnopómpicas veo a un hombre que me inquieta, de un color de piel extraño, que se aleja con una caja de madera como de embalaje, creo que estoy tendido en una cama de hospital por el resplandor y el dolor de cabeza, tal vez sea la anestesia pienso, al momento descubro en mi, poderes que jamás imaginé tener, esto no me inquieta, por el contrario, espero explotarlos al máximo mientras estoy tendido, ¿habré chocado? Automáticamente me transporto a un lugar muy bello, imagino que podría ser una casa a la orilla de un cenote con agua de color azul profundo, hay una niña que viste traje de baño rojo, tiene unos 8 años y una apariencia extraña pues ella es de un color verduzco, sin embargo a ella no la alcanzo a percibir bien por la lejanía, se manifiesta en mi el don de la bilocación, mientras observo a la niña estoy adentro de su casa, reviso todos los rincones, me parece un lugar extraño para una niña pues el ambiente es demasiado maduro, su cuarto podría parecer el cuarto de un adulto, el lugar está lleno de libros, todos son de ciencias naturales o de investigación científica, al mismo tiempo la veo a ella zambulléndose en el agua, y es ahí donde descubro que me pertenece otro don, pues escucho fuerte y claro su pensamiento, y no me inquieta este nuevo descubrimiento, sino su pensamiento… ¿qué habría pasado si…? Antes de terminar su frase mi gracia de la bilocación interrumpe, por lo que me envía a un pequeño zoológico montado en la parte trasera de su casa, está lleno de primates y chimpancés, los veo a todos, mi mirada y la de uno de esos pequeños chimpancés quedaron fijas la una a la otra, al mismo tiempo observo el agua y como la niña se sumerge, escucho mas fuerte el pensamiento de la niña con aquella pregunta, que sin saber por qué, me helaba la sangre …¿qué habría pasado si…?, de nuevo este pensamiento me remite al pequeño zoológico y termino viendo los ojos de aquel lindo chimpancé… mientras aquel animal y yo nos miramos fijamente, veo como el agua donde aquella niña nada, se torna rojo sangre, me preocupa, meto mi cabeza al agua y veo como la niña en una profundidad abismal, incluso para un buzo experimentado, se da un festín con aquellos peces, su inquietante pensamiento me paraliza …¿qué habría pasado si…?, de nuevo este pensamiento me envía al zoológico, el chimpancé que tiene su mirada fija en la mía, me ve, con una mirada de lástima y una sonrisa casi humana, comienzo a temblar con cobardía, descubro que soy yo el chimpancé que veo y me mira, irremediablemente me asalta la impotencia, súbitamente se me aclara el pensamiento que de aquella niña con apariencia de lagarto alcanzo a distinguir …¿qué habría pasado si los primates hubieran evolucionado sobre los lagartos…?

domingo, 31 de octubre de 2010

La visita (RETO PROMPT ESPECIAL)

Estaba agotada. El dolor de cabeza y el ardor de la garganta no eran excusa para no hacer mis labores, asi que con alivio vi llegar la noche. Mañana sería otro dia. Apagué mi vela y me metí a mi cama, en la habitación que compartía con mi abuela, esperando no tener que levantarme a media noche a vaciar el bacín. Realmente no quería cruzar el patio hasta la letrina.

Al despertarme sentí que algo no estaba bien. La habitación estaba demasiado iluminada, incluso dado el caso que ya fuera muy tarde.  No recordaba haberme puesto de pie; me acerqué a la puerta. Con esta luz podía darme cuenta que estaba muy maltratada ya. Extraño. Hace apenas unas semanas que papá la había terminado. Esto no le iba a gustar nada. Al levantar la mano hacia la puerta pasó algo muy extraño: sin darme cuenta, ya estaba del otro lado.

No tuve tiempo de asustarme por eso, porque la sorpresa que me esperaba era mayor. Ya no estaban mis muebles, ni mi perico, y en lugar del papayo en el patio estaba una escalera. Me di la vuelta e hice un rápido inventario de lo que me rodeaba. Había un raro espejo negro en un librero que no tenía libros, muchas fotos de gente que no conocía y una foto mía, ¡vestida de novia! Mis manos se pusieron frías, porque yo aun no me había casado. Me acerqué, y entonces me di cuenta que la mujer en la foto no era yo, pero si muy parecida. Mi cabello es más oscuro, igual mis ojos.

El aroma de las flores me atrajo hacia una especie de altar. ¡He ahí el origen de la luz! Cientos de velas, unas formando un camino y otras en las gradas del altar. Las flores de cempaxúchitl emitían un ligero brillo, como si fueran pequeños soles. Una vez que me acostumbré a su olor, percibí otros más sutiles. De repente me di cuenta que estaba hambrienta. Me acerqué  mas al altar, donde el mole dulce, el café, las tortillas, la fruta, el pan y las demás cosas me invitaban a tomarlas.

Asegurándome de que no había nadie, comencé a comer un poquito de cada cosa -¡Vaya que tenía hambre! – tratando que no se notara donde había agarrado. Curiosamente ningún plato parecía disminuir. Soñando, debo estar soñando, me dije. Bueno, en los sueños uno puede hacer lo que le plazca. Así que comencé a saciar mi hambre, e incluso me serví del tequila que aún mi papá no me dejaba probar. Bah, no sé por qué tanto alboroto. Ni siquiera me sentía mal, a pesar de bajar la comida con tragos de puro tequila. En la mesa no había siquiera un cántaro de agua, salvo el que usé para lavarme las manos y no pensaba tomar de ahí.

Si, es un sueño. La comida está completa, como si no hubiera comido. Bueno,  a ver que más pasa , me dije, y seguí explorando las gradas. En la mesa estaba una blusa que solo me ponía los domingos, y que estaba segura que acababa de guardar en mi ropero. El vestido que llevaba puesto era uno que solo me ponía en las fiestas de la Iglesia, cuando nos íbamos en peregrinación, y obviamente no algo en lo que me acostara a dormir. Mi rosario y unos aretes de arito que me gustan mucho también estaban junto a la blusa.

Y levanté la vista, asustada porque –tonta de mi!- me acababa de dar cuenta de algo: La mesa, la comida, las velas…¡ esto es un altar de muerto! Y en el último nivel estaba una foto mía, la que nos tomaron el día de la primera comunión de mi prima, pero solo estaba yo. Ahí estaba la fecha de mi nacimiento, y la fecha ¿de mi muerte? Es la fecha de ayer. O debería ser la de ayer. Caminé hacia el calendario colgado en la pared, y estaba en el mes de Noviembre, pero de dentro de ochenta años. Les presté más atención a las fotos en la pared. Ahí, en el principio de la hilera estaba una de mis papás y todos nosotros. Luego… esos deben ser mis hermanos, ya crecidos y con sus familias. El parecido en las siguientes fotos me decía que éramos parientes, quizá nietos de mis hermanos.

El pequeño perro de cerámica emitió un sonido, y supe que tenía que seguirlo. La luz del sol tocó el espejo, y en ese rayo me fui.

Prompt 3



Eres el encargado de un zoológico. y un día, un hombre de aspecto tenebroso trae lo que el llama un "animal exótico". Este animal esta en una caja de madera con agujeros para respirar en la tapa y la caja trae escrito "PELIGROSO". El tipo arroja una foto en tu escritorio y ves a la criatura mas extraña que hayas visto. Escribe una escena describiendo el animal y la historia del hombre de como lo encontró. 





*Les recuerdo, es necesario que limiten su narración a 750 palabras y comentar  en este mismo post  para comprometerse a publicar. Las etiquetas "cuento de . . . . ." harán que la clasificación sea más fácil después. Gracias





sábado, 30 de octubre de 2010

Él

Eran días extraños, una casa extraña, una ciudad aun más…
Toda mi vida había vivido en un pequeño pueblo y ahora me encontraba solo en la gran urbe, en las colonias alejadas del centro, por donde circulaba la droga, los maleantes, enfermos y muertos.

Solo.

Caída la noche al salir de la universidad donde los amigos aun eran pocos, regresaba a mi casa en el tren ligero, rodeado de desconocidos, para luego al final de mi estación recorrer grandes manzanas, cines derruidos, hospitales y funerarias con árboles inmensamente horribles, un templo, un Farmacias Guadalajara y después una vuelta en la esquina, oscura soledad, oscura calle con olor a aceite quemado y débiles lámparas ambarinas.

Cruzar una calle, detenerme en un semáforo legañoso. Soledad en medio de la lluvia de Octubre. Algunos pasos, unos enclenques cipreses. Me detengo a la puerta, gris, opaca, Federación 992. Introducir la llave angosta, un pasillo en tinieblas, escaleras que me hacen tropezar, un patio al que la luna no ilumina del todo. Otra puerta, atascada por el óxido del tiempo. Soledad.

Ingreso en penumbra tenebrosa, enciendo la luz y prefiero apagarla, una sala de pana café, piso sucio y muros cubiertos de telarañas, quiero llegar a mi cuarto pero me separa un pasillo que me aterra, imágenes del pasado. Al llegar empujo la puerta tras un chirrido de goznes comprimidos de tanto abrir y cerrar. Ominosa imagen, una habitación sucia, llena de libros y baratijas, mi mundo.

Dormir, quiero dormir, y lo intento en las inmediaciones del crepúsculo onírico. Soledad.

Padre nuestro que estás en…me rindo a las negruras del sueño…
Vuelta tras vuela, caer en el abismo, romper las correas de la vida y ahogarme en el vacio de la ciudad y sus ríos, esta es mi realidad, esa fue mi realidad.

Inconsciencia.

En medio de las sabanas, del aire poluto, desde las pinceladas de mis primeros óleos escucho un rumor que surge de otro mundo, uno que quizá conocí en la niñez de mi alma…el trepidar de unas garras, de su voz que roe mi valentía…

No es nada, o tal vez solo una inverosímil acepción de una pesadilla, pero mis oídos humanos, los de carne también los escuchan…Tengo miedo de levantar la cobija, y en un impulso mecánico lo hago, y en el mismo impulso permanezco inmóvil ante la macabra visión.
En contraposición con la ventana, en medio de la débil luz de plata veo el contorno de un ser que a pesar de su silueta reconozco no es humano…oscuridad, soledad, ahí, parado a mis pies, alargando sus garras pero sin poder tocarme, es como un simio humano, de piel quemada y ojos cual tizón…No me puedo mover, solo lo observo, ahí, inmóvil…sin palabra alguna, solo …en la penumbra…es un…no puedo pronunciarlo…y sin embargo sé que es y que hace aquí, en esta habitación donde antes según dicen habitaban espectros…

Inmovilidad absoluta, rigor que solo me conmina a ver la criatura que ha brotado de la dimensión más remota de mi mente…quizá de otro mundo…
Vete, vete espíritu inmundo, horror surgido del seno del caído…Vade retro…
Pero él replica sin mover labio alguno, pues no posee tal… vade ultra…
Me consume el sepulcral temor…

De mi boca surgen palabras desconocidas…sentencias, formulas mágicas transliteradas por alguien mayor…

Lentamente brota en mi pecho un vago calor confortante… ¿Dios quizá?
Se difumina la figura. Pero aun hoy me cuestiono por la naturaleza de aquel ser que tanto mis ojos astrales, como estos de grasa y carne un día vieron…

RETO PROMPT ESPECIAL!!!!! ALERTA!!!!

En honor a las celebraciones de estos días (ya sea que celebres Halloween o Dia de Muertos) escribe un cuento relacionado. Puede ser de horror, misterio, cualquier genero y en este caso incluida la poesía. 


Este reto promt especial debe ser publicado antes de las doce de la noche del 31 de Octubre. No hay mínimo de palabras pero si un máximo de 750.


*Les recuerdo, es necesario que limiten su narración a 750 palabras y comentar  en este mismo post  para comprometerse a publicar. Las etiquetas "cuento de . . . . ." harán que la clasificación sea más fácil después. Gracias

viernes, 29 de octubre de 2010

Un libro de otro

- Desde niño aprendí a respetar los libros ajenos. Y los libros más ajenos que existían en mi vida eran los de mi casa. Al llegar de la escuela, solía sentarme en el piso a observar los inmaculados tomos de las enciclopedias y colecciones de literatura que mi padre tenía y mi madre mantenía con un orden casi perfecto. Pero estaba prohibido tocarlos. Nada más vedado para mí en la casa que los libros. La biblioteca pública fue entonces mi opción para leerlos. Una a una durante interminables tardes leí ahí las enciclopedias y me llevaba prestados a casa las novelas y libros de cuentos, de poemas y de teatro para leerlos en la noche. Luego de cinco años, había leído todos los títulos existentes en mi casa, aprendido a respetar los libros ajenos, y me había maravillado por el exquisito gusto que tenía mi padre al elegir los libros que compraba para adornar el librero. Fue entonces que empecé a comprar mis propios libros. Guiado por el gran conocimiento literario de mi padre, fui haciéndome de la obra completa de los diferentes autores que conocí en ese proceso. Todo esto a escondidas de mis padres, pues imaginaba que de enterarse, escandalizados por el desorden imperante en mi cuarto, insistirían en llevar todos mis libros al estudio para ser colocados junto a los demás, lo que les daría el carácter de intocables. Fue así que conseguí trabajo de mensajero y con mi sueldo de mil pesos mensuales pude rentar una habitación en un edificio del centro en donde fui guardando mi colección. Después, un amigo me regaló un sillón, y en una renovación del mobiliario de la escuela pude comprar un escritorio y una silla en una cantidad simbólica. Con mi primer aguinaldo compré dos estantes en rebaja y con lo que mi padre me obsequió de navidad llevé un librero de madera donde coloqué la enciclopedia que compré tomo por tomo en la librería de viejos de enfrente de la escuela. Ahora que estoy en la universidad, trabajo como corrector de estilo y gano un poco más, renté la habitación más amplia del edificio, que en realidad es un pequeño departamento, pues además de la gran habitación principal, tiene un dormitorio, baño y cocina. Después de comer, me voy ahí a hacer mis tareas, a leer y algunas veces me quedo a dormir, no muchas porque tengo que inventar excusas con mis padres como que me iré a una fiesta y quedaré a dormir con un amigo. Algunas veces me acompaña mi novia, la única persona que sabe de su existencia, además de usted claro. Y en las tardes en que no hace tanto calor, vengo al parque a leer. Siempre en esta banca, y en esta banca es en donde encontré el libro. La tarde que lo encontré esperé hasta las 10 de la noche, pero nadie vino a buscarlo. Me fui a mi casa y al día siguiente se lo mostré a mi novia, que fue quien reparó en el hecho de que justamente era el libro que me faltaba para completar la obra de ese autor. Fue entonces cuando me planteé la posibilidad de quedármelo. Fuimos a la habitación del centro y comprobé en mi catálogo que, efectivamente, era el título que me faltaba. Me emocioné muchísimo porque era un título bastante difícil de conseguir en la ciudad. Pero, como le decía, desde niño aprendí a respetar los libros ajenos, por lo que empecé a venir al parque antes de la hora acostumbrada, me sentaba en la banca acostumbrada y esperaba a que apareciera el dueño del libro. Al final de la primera semana, pensé que tal vez esta persona sí acudía, pero al ver ocupada la banca se sentaba en otra, por eso decidí esperar en la banca que esta enfrente. Luego de otra semana, pensé que la persona no se sentaba porque le incomodaba, como a mí, sentarse y que otra persona se sentara frente a ella. Así que decidí entonces sentarme en una posición que me permitiera observar la banca sin ser visto. Y entonces apareció usted. Y aquí estoy, relatándole esta historia y preguntándole si este libro le pertenece.
- ¿Cuál es el título?
- El Libro de Arena, de Jorge Luis Borges.
- No es mío, debe ser de otro. No es necesario que mienta, tampoco me interesa quedármelo. Es tarde, me gustaría mucho seguir escuchándote pero tengo que acudir a una cita. Tal vez algún día coincidamos de nuevo y me seguirás contando de esa biblioteca tuya. Me atrevo a decirte que deberías quedarte el libro, pues aunque sea de otro, bien podría ser tuyo.
- Está bien, entonces, quizá este libro de otro estaba destinado a ser mio. Lo pensaré. Gracias por su tiempo, espero encontrarlo de nuevo.¿Cómo se llama usted?
- Yo me llamo Jorge Luis Borges, hasta pronto.

Dubitabilis Christi

Entre los breñales del campo árido y pajizo, en medio de una improvisada cueva infantil, de ramas y piedras, estaba sentado, con los brazos cruzados y el rostro embebido de tierra y sudor salado que me escocía los ojos. Por más incomodo que fuera no saldría de mi refugio contra la maldad infantil.

-No soy tu a amigo. Escuchaba repetirse una y otra vez, hasta el infinito; llegué a pensar que la voz podía reflejarse como la imagen en un espejo que proyecta sus formas hasta distancias inconmensurables.

-Me junto contigo para no estar solo. No soy tu amigo.- Dijo el mocoso unos meses más grande que yo, con el que todas las tardes jugaba en la casa de campo de mi abuelo. Hace ya mucho que ese tiempo finalizó.

Pronto las tardes fueron menos soleadas y regresé a mis muros del centro de la ciudad, dónde la única compañía era el alto librero que no podía alcanzar. Cientos de hojas blancas, unas cajas de colores y pinturas.

Cuando las tardes eran lluviosas, en particular aquellas con truenos, me quitaba los zapatos y comenzaba a escalar las repisas del librero, descubriendo en ellas viejas fotos empolvadas y uno que otro cachivache que tomaba como motín. Al ya sentirme bastante alejado del piso de mosaicos rosas, intuía que la zona de los grandes libros estaba cerca, solo bastaba alzar la mano y tras un leve golpe, un volumen caía estrepitoso contra suelo, se confundía con el trueno y su polvo con los nubarrones grises que cercaban la ciudad.

Aun descalzo me refugiaba en los sillones y abría el pesado libro en la parte donde las figuras eran belleza y adornadas con listones o con su misma desnudes, pero entre todas ellas encontré un ser que habría sus brazos al mundo, a mi mismo. A veces triste, otras feliz, pero siempre mío.

Sin embargo la soledad era pesada; de cuando en cuando, necesitaba un compañero con el cual compartir mis imaginadas aventuras por las colinas de Megido o las desilusiones que sufría al esperar en las escaleras del Kinder, el viejo pero macizo carro sesentero de mi abuelo.

Así que un día, dice mi madre, y yo mismo lo recuerdo, tomé cinco o seis hojas y uniéndolas dibujé sobre ellas su imagen, así, de una forma u otra era más tangible. Otras, cuando lo creía distante, agrupaba las macetas de mi Tita y enredaba en ellas las luces navideñas, esa era mi humilde llamada; un incipiente altar de amistad.

Pese a ello verle me aterraba, sus almendrados ojos, grandes y fijos me observaban, pedían ayuda desesperada, pero seguía mi camino de mano de mi Abuela y fingía no verlo, sin embargo a través de esos pasillos con olor a incienso era imposible no verle. Aquí y allá, con el rostro compungido de tanto amor.

Incluso después la mitad de la vida que llevo recorrida le llamaba, y el respondía logrando calmar mi angustia.

Pero nunca verdaderamente (y hoy lo sé) estuvo físicamente a mi lado. Pasaron los años y lentamente sus palabras fueron más queditas, llegando a lo inaudible.

Me olvidé de él por años, y si por una u otra cosa alguien me lo traía a cuenta, renegaba de su recuerdo. Olvidé el pasado y de las memorias suyas no permaneció un ápice.

Siendo ya mayor y camino a casa de un amigo, este real, o en apariencia lo era, descubrí, al cruzar del umbral de su puerta, y cuando la luz dorada se hubo disipado; allí, sobre el sillón bermejo un cuerpo; vejado pero hermoso, traspasado y sangrante, me preguntaba si sus formas fueron trazadas por Ángel Zárraga o Podesti, pero no había trazo, era de carne fresca y blanda, cabello de acanto y cristalinos ojos, pero sobre todo de corazón palpitante. Lo había recuperado.

Me estudió un rato y se sentó a mi lado; era el de siempre, impávido, divino. Sus manos sangrantes, la mirada cansina y su voz que en un murmullo me decía: ahora sí tenemos tiempo para conocernos mejor… acepté con una sonrisa cómplice.

Pero una vez que hice como Tomás, e introduje mi dedo en la carne preternatural, a fin de cerciorarme de la veracidad de su apariencia, descubrí que ciertamente había recuerdos, dolores y angustias. Pero malamente creí en el estigma de su falsa pasión y acompañe sus catorce terribles pasos, antes bien desde aquel momento debí darme cuenta de que él no existe. Al menos no en carne…

jueves, 28 de octubre de 2010

Anne

Heather y yo permanecimos cerca de entrada al jardín. Tras la boda y la partida de los invitados, Echo Lodge tenía un aire a tristeza; algunos listones y unas cuantas flores pisoteadas por accidente eran los silenciosos testigos que quedaban de la alegre ceremonia en casa de Miss Lavendar. Habíamos regresado por el pañuelo bordado de Heather y encontramos la casa cerrada y todo desierto. A punto de darnos por vencidas, vimos acercarse por la vereda a la bonita peliroja que estuvo practicamente a cargo de toda la ceremonia – salvo el matrimonio en sí, claro!  Acompañada de una criatura tan llena de moños y adornos que solo podía ser Carlota la Cuarta.

-        -   ¡Oh! ¿No está todo muy solitario? A pesar de todo, cuando se termina una boda no es mucho más alegre que un funeral, ¿no es cierto, Miss Shirley?

Anne Shirley sonrió y estaba a punto de contestar cuando se sobresaltó al vernos.
-        -  Disculpen, ¿Puedo ayudarlas?
-      -   Buenas tardes. Mi nombre es Heather. Somos viejas amigas de Miss Lavendar  y vinimos a su boda, pero me temo que dejé olvidado mi pañuelo en el vestíbulo.  De hecho, es el pañuelo de mi suegra, quiero decir, ella me lo dio en nuestra boda asi que es mio, pero lo que quiero decir…
-        -  Es que nos gustaría poder regresar por el pañuelo de mi amiga – Tanto Heather como yo tenemos tendencia a hablar de más cuando estamos nerviosas.

Anne sonrió exactamente como imaginé que sonreiría  y eso nos relajó. Nos indicó que la siguiéramos y entramos a la casita, a la que los últimos rayos del día habían dotado de una pátina dorada que la transformaba en un castillo en miniatura, con chimeneas en lugar de torretas y un porche donde el puente levadizo debiera estar. La princesa ya había tenido su final feliz y se había marchado con su príncipe, así que nadie vigilaba las almenas.

El leve empujón de Heather me sacó de mi fantasía, y sonriendo mis disculpas las seguí. Carlota se nos había adelantado y en una mesita ya había algunos panes y tazas esperando el fragante té para acompañarlos.

Tras el té, comenzamos a ayudar a las jóvenes a recoger los despojos de la fiesta. A punto de recoger un pobre pañuelo pisoteado –que con alivio noté no era el de mi amiga -  resbalé y hubiese caído si una mano firme no tomara mi brazo. Anne rió y me ayudó a incorporarme.

-        -  Me pasa todo el tiempo, no te apenes. Al principio daba muchos dolores de cabeza a Marilla, quien estaba segura que en cualquier momento iba a terminar en el fondo de un pozo o cayendo del segundo piso por andar con la cabeza en las nubes. ¡Oh! ¡Encontraste lo que buscabas! ¿Es por eso que arriesgaste tu cuello?

Las risas de Heather y mía causaron un leve rubor en el rostro de la maestra. Era verdad que tenía facilidad para hablar, y que era tan despreocupada como tímidas eran las demás jóvenes de su edad. Y mientras algunas envidiosas la etiquetaban como coqueta y su comportamiento como impropio de una dama, la verdad era que su frescura era genuina, y nada había de coqueta en su dulzura y su romántica forma de ver el mundo.
 
-¿Anne?

La delicada piel de la maestra se tiño ligeramente de nuevo al escuchar la viril voz que la llamaba desde fuera. Carlota corrió a recibir al joven, que sombrero en mano entró en la casita sin percatarse casi de nuestra presencia. Sus ojos, cualquiera podía ver, solo eran para su antigua compañera y rival unilateral, objeto de su afecto y sus planes a futuro.

-¡Aquí Gilbert! ¡No sabía que era tan tarde! Me apresuraré a terminar y entonces podemos irnos
-Deja. Nosotros terminaremos- intervino Heather - ¿Qué te parece si mientras guardamos lo que falta te ocupas de que tu amigo no se aburra? El jardín es hermoso a esta hora.

Con solo el más leve de los titubeos, ambos salieron, él con una actitud protectora respecto a ella, que parecía ser la única que no se daba cuenta que en su rostro, desacostumbrado a fingir, se notaba el sentimiento que le reciprocaba.

En el momento en que cerraron la puerta desperté, sin saber si aún soñaba. Vi en el reloj que era medianoche, calculé que Heather, en Australia, estaría despierta y la llamé. Al primer timbrazo, contestó y apresuradamente me dijo

-¡soñé contigo y no vas a creer! ¡conocimos a Anne!

miércoles, 27 de octubre de 2010

Soleado mediodía en un martes de mayo


Pinche cruda, el dolor de cabeza, de músculos, de huesos, la fotosensibilidad pero sobre todo el bajón, la cruda moral, esa maldita depresión que acompaña los excesos, no se puede menos que sentirse un pedazo de excremento en un espacio infinito. La inestabilidad de las tripas, los sudores fríos, vuelta tras vuelta en la cama hasta que quedas enredado en las sabanas, sin poder dormir y sin la voluntad de levantarte.

Después de unos cuantos minutos tras un impulso exacerbado salte de la cama me vestí rápidamente con lo primero que encontré y me arroje hacia el cerro. Tal vez una buena caminada una sudada seria el remedio ideal. Camine a paso acelerado por el centro de la ciudad contemplando a la puta gente feliz en una puta mañana feliz de martes, con sus ocupaciones y quehaceres todos tan importantes. Sentí nanceas. Tuve que apresurar el paso para no vomitar a la orilla de la acera en ese momento.

Al ir alejándome del centro fue cambiando el tipo de gente que veía, también fueron aumentado los perros en la calle, la mayoría de las veces mugrientos y sarnoso, gallinas correteando y niños sucios y encuerados jugando en la calle. Así tome el camino de las purificadoras hacia el colomo, pero al llegar al canal me metí hacia el cerro en dirección de la laja de arriba, pasaron algunos cientos de metros, minutos, pensamientos cuando consciente o inconscientemente abandone el camino para las camionetas y seguí el de herradura, después deje el de herradura y tome esas pequeñas brechas que los animales trazan con su habitual caminar, sus rutas sus senderos.

Sin saber ya a ciencia cierta hacia donde me dirija me fui adentrando en una cañada que en su vértice albergaba a un arroyo en un camino muy accidentado y casi vertical. Bordeando la barranca comencé a escuchar un suave gemido de hombre, movido por la curiosidad trate de seguirlo hasta que los pude ver escondido detrás de una roca. Un joven delgado de cuerpo atlético, cabellos rubios y piel tersa extremadamente blanca, al parecer de unos 16 años se encontraba con las piernas figurando un compás abierto a 45 grados, estaba reclinado apoyado sobre una piedra con la cabeza muy cerca de un chorro de agua que brotaba por encima de otra piedra llenandole la cabello de rocío, volteaba frecuentemente hacia atrás donde otro muchacho, que se veía elegante y refinado, quizá un poco mayor pero igualmente atlético y hermoso le arrancaba esos placenteros gemidos embistiéndolo con fuerza y determinación llenándose de ese gran deleite anal, de repente casi sin hacer un gesto saco un filoso y reluciente puñal con el que degolló a su amante eyaculando después sobre el cuerpo muerto.

No sabia si seria un desvarío de mi imaginación por mis sentidos alterados, pero todo era tan real, tuve que voltear rápidamente para no ser visto pero me quede petrificado ahí mismo, tirado sobre la hierva seca de mayo. En esa posición tan desagradable fui sorprendido por el homicida que me clavo una tenaz mirada (vestía de una manera extraña, es decir como de otro siglo), era tan duro su mirar, y despedía tanta maldad su presencia que me quede helado, atónito, pasaron unos segundos que me parecieron siglos hasta que volteo y se alejo desapareciendo por el camino, la hierva parecía cederle el paso.

Me tomo tiempo recuperarme de la impresión y al tratar de aclarar mis pensamientos reconocí estupefacto que aquel no podría ser otro que Maldoror.

domingo, 24 de octubre de 2010

Prompt 2

Escribe la escena donde tu y tu personaje ficticio favorito se conocen accidentalmente.

viernes, 22 de octubre de 2010

Mala suerte



-          -Solo falta que te eches para atrás a ultimo momento…
-          -¡A que no!
-         - Pinche “Verruga”,  eres un miedoso
-          -¡que no! ¡y no me digas verruga!

Flaco, con el rostro lleno de espinillas y con un palmo menos de estatura que la mayoría de  los chicos de su edad, “Verruga” no se caracterizaba precisamente por valiente. La verdad no creí que el pequeño adefesio hiciera acopio de valor para acompañarme y colarnos en la piscina del club, exclusiva para los niños “nais”, de carro del año en cuanto entraban a la prepa y vacaciones fuera del país cada verano.  Nosotros en cambio, cada verano marcaba el fin del trabajo de medio tiempo y el inicio del de tiempo completo. Ni hablar de moto nueva, mucho menos auto. Pero un día yo iba a ahorrar lo suficiente para comprarme un auto decente y entonces…

-       -   Y si hay bichos?- ¿ya dije que Verruga era un delicado? La enfermera de la escuela lo llamaba hipocondríaco. Cuando él me preguntó que significaba, yo le dije que era algo para lo que no tenía dinero.

-        -  No hay bichos! No ves que cambian el agua casi diario?  Como si no me hubiera hartado de tallar cada tercer día toda la alberca el verano pasado, y de estar echando quien sabe que tantos químicos y cosas raras al agua. Ve tú a saber si al rato no se les cae la carne de tanto bañarse en eso. Tranquilo, es el agua mas limpísima del mundo – añadí al ver la cara de horror de Verruga. Ya se estaría imaginando los cuerpos, separada la carne del hueso como una gran olla de sopa de pollo. Ugh. Ok, hasta a mi me dio cosa.

Con la plática corto se nos hizo el camino, y ya en el club nos metimos por el hueco entre los setos que descubrí  cuando trabajaba ahí. Crucé los dedos para que aún no se hubieran dado cuenta y puesto algún otro árbol o de plano la continuación de la cerca, pero por una vez parecía que la suerte estaba de nuestro lado.

En el mismo seto escondimos los zapatos y la ropa que llevábamos atada en las toallas, y ya listos nos acercamos a la alberca.  Verruga parecía ratón asustado y casi me arrepentí de no haber invitado a otro. Pero el pobre casi no tenía amigos. Ni modo.  ¡Al agua vas, Verruga! Le grité al momento de empujarlo, y el cómico grito de niña se cortó cuando el agua cubrió mis oídos, habiéndome lanzado tras él. No vaya a ser que no sepa nadar y ¿qué hago yo con un muertito?

No había mucha luz, y solo se distinguían los bordes de la alberca por los focos que estaban a ras del suelo todo alrededor. Cerré los ojos y me imaginé que la alberca era mía, que cuando saliera podía entrar directamente a mi casa, donde me estaría esperando un baño caliente y una cena, y una cama bien cómoda, en mi cuarto con televisión…- ¡pinche Verruga! ¡fíjate por donde nadas!- lo empujé, enojado de que hubiera chocado conmigo e interrumpido mi sueño.

-¿Qué dices? – me contestó él desde el otro lado de la alberca. Me le quedé viendo sin entender, y rápido me di la vuelta para ver quién era el (o la) que estaba nadando con nosotros sin hacernos ruidos.

Entonces fue que me di cuenta que de muertito uno no nada boca abajo, a menos que esté muerto de verdad. Le di la vuelta al cuerpo que acababa de flotar a la superficie de seguro, porque no lo habíamos visto antes.  La limpísima alberca ya no estaba tan limpia, con el cadáver de la chica y la bilis que vomité junto con mi cena al reconocerla.

El verano pasado, la princesita de papá se la pasó todos los días en el club. Siempre con ropa cara. Siempre con un montón de “amigas” que en cuanto se alejaba empezaban a destrozarla, todas con envidia y luego la cara falsa. Nadie piensa que el que limpia la alberca y recoge su tiradero pueda escuchar lo que dicen.

A veces, cuando estaba sola y parecía que estaba pensando, hacía gestos con la boca como si hubiera comido algo amargo. Y entonces buscaba otra de las viborillas, como para no estar sola y pensar.

Ahí muerta, su rostro estuviera completamente relajado, y hasta sonreía Como si le hubieran quitado un peso de encima.

Prometimos no hablar nunca de eso y huimos.

jueves, 21 de octubre de 2010

extrañas casualidades

A tan sólo unas horas de haberla conocido decidí arriesgarme y fue entonces cuando le mandé un mensaje pidiéndole un encuentro que aceptó sin mucha resistencia, tan sólo la normal y aceptable. Nervioso, fumando, y caminando de un lado a otro miraba el reloj una y otra vez, hasta que entré a la tienda para comprar un café. Dos tragos que me quemaron la garganta y apareció, no ella, sino su mejor amiga, la que tuvo a bien presentarme con ella en aquella fiesta improvisada, espontánea. Caminamos recordando precisamente el momento embarazoso en que por tratar de demostrar una estupidez tiré el vaso de cerveza (patético, mil veces patético, no dejé de decirme en toda la noche) sobre la mesa ocasionando una reacción en cadena que terminó por arruinar su teléfono celular. Intercambiamos los teléfonos con la intención de que yo lo mandaría reparar y se lo devolvería cuando estuviera listo y, mientras tanto, ella usaría el mío. Seguimos caminando y hablando, y de vez en vez nos deteníamos para que yo fumara un cigarrillo (ella no fuma), hasta que nos dio hambre y le propuse que fuéramos al mercado cercano a la zona por la que andábamos. Ubicaba un lugar bastante modesto pero interesante. La decoración era muy sobria y siempre dejaban escuchar música al gusto de los comensales, que casi siempre eran pocos, pero nunca estaba solo. Fuimos ahí y luego de cenar pedimos una copa de vino tinto, y después una botella. Hablábamos de su amiga y de cómo habíamos esa extraña cita, nuestra primera comunicación luego del incidente. Fue entonces cuando me dijo que no sabía de la mencionada cita y que ella había pasado por casualidad, me había visto y quiso saludarme. De su amiga pasamos a hablar de los proyectos en los que estábamos trabajando. Coincidimos en el interés por desarrollar un guión para un documental sobre las extrañas casualidades que nos llevaron a coincidir en una cita fallida y motivada por una patética exhibición de estupidez. La botella se terminó y entonces fuimos al pub cercano a tomar una guiness, pues ella no había tenido oportunidad de probarla y yo había pasado la última media hora hablando de cuánto me gustaba ir todos los martes a ese pub a tomar una guiness después del trabajo. El paseo rumbo al pub transcurrió tranquilo, y tal vez por la oscuridad,las sombras de los árboles y el silencio de la colonia, nos hizo caminar cada vez más juntos y tomarnos de la mano. Al final de la segunda cuadra ya nos habíamos besado y luego de una dos guiness nos confesábamos la mutua atracción que sentíamos, y que de mi parte era apenas una ingenua idea que yo consideraba totalmente alejada de mi alcance. Ella, sin embargo, se decía enamorada de mi desde aquella ocasión en que participé en un homenaje luctuoso y en el que canté dos canciones solo con mi guitarra. “No tengo tiempo de cambiar mi vida” me dijo al oído, y sonreí incrédulo al recordar la canción y me prometí que haría todo lo posible por llegar a amarla. Decidimos no tomar más, y salimos a caminar por esa misma calle, besándonos en cada esquina, y fumando a media cuadra. Era la colonia rica más antigua de la ciudad y fantaseábamos con vivir en una de esas mansiones, en la que pasaríamos tardes y noches enteras besándonos y fumando, tirados en el pasto y mirando las estrellas, las pocas que aún podían verse en el cielo de la ciudad. Una de las mansiones llamó nuestra atención. Y lucía sola, así que, luego de intercambiar miradas cómplices, saltamos la verja. Era medianoche. Los casi laberínticos jardines conducían a una alberca, que pese al evidente abandono de la mansión, lucía limpia e incluso recién utilizada. No lo dudamos ni un segundo. Nos despojamos de nuestras ropas y nos metimos en ella. El agua estaba tibia. Reímos sin hacer ruido y nos besamos nuevamente. La oscuridad era casi total, y en un momento nos quedamos mirando hacia el final de la alberca y reparamos en una sombra extraña. Observamos atentamente y con espanto nos dimos cuenta que era un bulto sobre el agua, pensamos que era algún animal por lo que salimos rápidamente, nos pusimos la ropa y nos acercamos para ver de cerca. No era ningún animal, era su amiga, flotando inerte en la alberca… un golpe seco rompió el silencio detrás de él, que ahogó un grito de horror y se volvió hacia su acompañante…

domingo, 17 de octubre de 2010

Prompt 1

Tu y un amigo (a) se meten a hurtadillas después de horas a la alberca del club. Mientras están divirtiéndose nadando, son sorprendidos por un cadáver que de pronto flota a la superficie. Con horror descubres que es alguien que conoces.