Reglas
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Los apócrifos de Doña Porfiria
Me casé con su hijo por la insistencia de este, al paso de los años comencé a quererlo un poco, pero a su madre de tripas negras jamás.
Hijos no tuvimos, solo un par de gatos a los que doña Porfiria amaba como a sus nietos.
José era parco como su madre, austero como una escultura en sal.
Los domingos a media mañana después de la misa de nueve en el templo de san Lucas íbamos a desayunar a su casa, ahí sobre la mesa, huevos duros, frijoles refritos y una bastedad de guisados que ella misma se esmeraba en hacer.
Sentados en el comedor de amplios ventanales con vista al jardín, la infame mujer no paraba de recriminarme lo flaco que estaba su hijo, o la falta de nietos reales. Callaba un rato para darle un sorbo a su café y continuaba su sarta de irónicos insultos disfrazados de mustia cortesía.
Después del desayuno caminábamos por el jardín trasero, ella siempre del brazo de José, yo atrás como sombra indeseable.
Una hora antes de la comida nos retirábamos a nuestra casa, de estilo un poco más moderna a dos cuadras de la suya.
Así transcurrían los años de matrimonio, monótonos, desesperantes.
Una noche próxima a la Navidad el llamante sonó con hondos golpes angustiados, José se enfundó en la bata y bajó las escaleras de bronce. Alarmada, yo miré por el balcón y observé al criado de doña Porfiria, ellos al notar mi presencia miraron hacia el balcón. José con un gesto me indicó bajará con él.
Su rostro cenizo estaba angustiado, me apretó las manos y me pidió fuera a casa de su madre, pues estaba gravemente enferma, él en compañía del criado buscarían al doctor.
Cuado abrí la pesada puerta de roble de su habitación no pude ver nada, pero a medida que mis ojos se acostumbraban a la oscuridad vi su negra silueta en un ambiente aun más negro, ahí, sola, meciéndose en su silla estaba doña Porfiria.
Sabía que algo tramaba la perversa mujer de ojos de carbón encendido, solo ellos y el camafeo de su ropa brillaban en aquel nefando aire.
Sangraba de su brazo izquierdo, brazo aguado e hirsuto, la mordida de un perro, de un gato o un demonio, todo podía imaginarlo, todo de ella era posible.
-Acércate María, que no he de morderte, acércate maría que me estoy muriendo.
Yo sabía que no era verdad, su boca estuvo siempre seca, las ojeras cardenales nunca pudo ocultarlas, nada me hacía pensar que sus palabras eran verdaderas. Este era mi momento de venganza. Junto a su tocador estaba sentada una muñeca con una pequeña paloma de hule en las manos, la aparte con saña, descargando en ella todos los malos tratos y abrí el cajón principal, buscando una respuesta a esa comedía sin sentido.
Nada me hablaba de una oscura conspiración, no asesinato o brujería. Tan solo fotografías en sepia de su esposo y ella, de José de niño, joyas, un libro y más recuerdos.
No importaban sus memorias, yo sabía que algo oscuro planeaba, salí de la habitación y regresando con lámpara en mano iluminé todo a mi paso. Como un flash fotográfico el tocador, la cama, y las imágenes de los santos brillaron.
Tras un minuto de ceguera la siniestra Porfiria apareció al centro de la escena, con una serpiente a sus pies y la mirada perdida. Había muerto ya.
Nunca nada planeó en su vida contra mí, creo saber que su desprecio recaía en la perdida de su único hijo. Aun hoy, en mi vejez me siento culpable por dudar de ella en sus últimos momentos. Cuando me acerqué a ver su aceitunado rostro pude leer en sus fatales labios, como tatuado con el dedo de la muerte la siguiente frase:
“Ser prudentes como palomas, pero astutos como serpientes”
domingo, 28 de noviembre de 2010
Prompt 7
Nunca le has caido muy bien a tu suegra, así que cuando se te acerca y te dice que "quiere conocerte mejor", instantáneamente sospechas algo. Estas convencido (a) que eso no es todo lo que quiere, y decides jugar al detective e indagar qué está ocurriendo en realidad. Lo primero que notas es que tiene una rara herida en su brazo y que lleva un pollo de hule al que le falta una pata. Escribe esta ESCENA.
domingo, 14 de noviembre de 2010
Prompt 6
*Les recuerdo, es necesario que limiten su narración a 750 palabras y comentar en este mismo post para comprometerse a publicar. Las etiquetas "cuento de . . . . ." harán que la clasificación sea más fácil después. Gracias
viernes, 12 de noviembre de 2010
Despedida
Creatura
domingo, 7 de noviembre de 2010
Prompt 5
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viernes, 5 de noviembre de 2010
Origen
Pasaba eternidades completas en la banca de alabastro entre los dos altos plataneros de perenne fruta dorada, solo abandonaba su sitio cuando La Voz solicitaba su presencia en las columnatas del monte Sión.
Sus demás compañeros se encontraban diseminados en las infinitas esquinas del parque primero, sin embargo ninguno de ellos podía igualarlo en gracia ni fuerza.
Sin embargo cercano a la voz había uno más bello, el Arcángel Pavo real, y a este nadie podía superar en sublime belleza, ni siquiera el bien amado Miguel.
Pese a cualquier supuesto, el preferido de La Voz, temía ya desde algunos eones previos, que su brillo se opacara por una nueva criatura que, según rumores de los Tronos, sería la dicha de la colección, la imagen tangible de ese a quién nadie ha visto.
Se urdió pues un plan infalible; luego de que el extraño ser, simiesco y torpe fue dejado por la mano poderosa en los linderos del Eufrates, el Arcángel Pavo real descendió desde sus altas mansiones y enfundado en una piel ajena se presentó ante Miguel, exigiendo por las mas altas potestades a el conferidas, abriese las puertas del jardín primero.
El castaño cuidador negó la entrada poniendo como pretexto (falso pretexto) que no reconocía aquellas carnes viperinas.
Ardiente de celos, celos producidos por el más flamígero amor, se deslizó entre los fresales y viendo a su rival tendido en la fresca hierba, se acercó sigiloso, apoyando su marmóreo rostro en una rosa, lo contempló largo tiempo. Se perdió en sus formas bien trazadas, un cuerpo joven de mata rubia, respirando tranquilo entre orquídeas de sutiles notas.
Suspiraba el Arcángel disfrazado y oculto entre la rosaleda se aproximó a su victima y ciego de ira se lanzó contra su pecho, pero a medio camino fue descubierto por la inocente mirada del otrora durmiente. Todo oscuro sentimiento fue calmado por el vaho del nuevo ser. Deslizó su frío cuerpo por entre los muslos y brazos del recién creado. Se enroscó por entre sus finos dedos y susurró las canciones que cantaba a La Voz. Ambos, hombre y serpiente fueron desde ese momento uno mismo.
Pero esta historia no termina con reconciliación. No.
Largas vidas vivieron el hombre y la serpiente en los bastos valles; por las noches cuando las estrellas aun no eran creadas, el Arcángel Pavo real abandonaba su disfraz y lo llevaba a reposar a otros mundos.
Celosa La Voz, decidió tajar su dicha, y descendiendo por la cantidad sin cuenta de escalones que separaban el jardín de su trono, creó un ser extraño de mecanismo complejo, semejante al hombre pero de tesura ignota.
Se cubrió de lodo ambarino y dio tres golpes con su báculo en las puertas de cristal de roca.
-Miguel de los ojos claros y hondos poderes, soy aquel a quien llamas, soy aquel que te llama. Presto el traslucido ser se postro ante su amo, y besando el fuego que salía de la túnica lodosa se puso a su servicio.
-Levántate hijo de Luz, que tu faena inicia, toma esta caja de obsidiana, y cuando el hombre duerma y el antes bienaventurado se encuentre ausente, deja la caja entre sus piernas y lee a su oído esta nota.
La Voz cubierta le dio un pergamino de lustro oro, en el cual labrado a fuego venía una maldición impronunciable y las formas de otro ser.
Miguel cumplió con su terrible tarea. Cuando la luz había penetrado en el valle, y el primer padre posó sus ojos en el negro cofre, la serpiente intentó advertirle de la trampa. Dentro, le dijo, se encuentra un ser similar a ti, que pese a su singular belleza será la hacedora de tus males y virtudes.
Desoyendo su voz abrió el baúl de asa ósea y la historia viró su rumbo.
Incontables tiempos duró el Arcángel vagando por las aguas y los desiertos estelares, con el corazón roto, sin nadie…
Hasta el día que un rumor cual eco llegó hasta la profundidad en que se hallaba.
La turbia voz, perdida en ira conjuró un nuevo maleficio contra sus nuevas creaciones. La Muerte.
Apurado nuestro Arcángel ascendió al jardín primero, vio la forma cautiva de su amado, suave, de formas esferadas, tersa y pulcra, y también la amó. Ocurriósele pues sugerirles que ellos también fueran como dioses. Lo demás usted lo sabe, y desde entonces, hombre, serpiente y mujer, son uno mismo.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
PODEROSO IMPOTENTE (prompt 3)
domingo, 31 de octubre de 2010
La visita (RETO PROMPT ESPECIAL)
Prompt 3
*Les recuerdo, es necesario que limiten su narración a 750 palabras y comentar en este mismo post para comprometerse a publicar. Las etiquetas "cuento de . . . . ." harán que la clasificación sea más fácil después. Gracias
sábado, 30 de octubre de 2010
Él
Toda mi vida había vivido en un pequeño pueblo y ahora me encontraba solo en la gran urbe, en las colonias alejadas del centro, por donde circulaba la droga, los maleantes, enfermos y muertos.
Solo.
Caída la noche al salir de la universidad donde los amigos aun eran pocos, regresaba a mi casa en el tren ligero, rodeado de desconocidos, para luego al final de mi estación recorrer grandes manzanas, cines derruidos, hospitales y funerarias con árboles inmensamente horribles, un templo, un Farmacias Guadalajara y después una vuelta en la esquina, oscura soledad, oscura calle con olor a aceite quemado y débiles lámparas ambarinas.
Cruzar una calle, detenerme en un semáforo legañoso. Soledad en medio de la lluvia de Octubre. Algunos pasos, unos enclenques cipreses. Me detengo a la puerta, gris, opaca, Federación 992. Introducir la llave angosta, un pasillo en tinieblas, escaleras que me hacen tropezar, un patio al que la luna no ilumina del todo. Otra puerta, atascada por el óxido del tiempo. Soledad.
Ingreso en penumbra tenebrosa, enciendo la luz y prefiero apagarla, una sala de pana café, piso sucio y muros cubiertos de telarañas, quiero llegar a mi cuarto pero me separa un pasillo que me aterra, imágenes del pasado. Al llegar empujo la puerta tras un chirrido de goznes comprimidos de tanto abrir y cerrar. Ominosa imagen, una habitación sucia, llena de libros y baratijas, mi mundo.
Dormir, quiero dormir, y lo intento en las inmediaciones del crepúsculo onírico. Soledad.
Padre nuestro que estás en…me rindo a las negruras del sueño…
Vuelta tras vuela, caer en el abismo, romper las correas de la vida y ahogarme en el vacio de la ciudad y sus ríos, esta es mi realidad, esa fue mi realidad.
Inconsciencia.
En medio de las sabanas, del aire poluto, desde las pinceladas de mis primeros óleos escucho un rumor que surge de otro mundo, uno que quizá conocí en la niñez de mi alma…el trepidar de unas garras, de su voz que roe mi valentía…
No es nada, o tal vez solo una inverosímil acepción de una pesadilla, pero mis oídos humanos, los de carne también los escuchan…Tengo miedo de levantar la cobija, y en un impulso mecánico lo hago, y en el mismo impulso permanezco inmóvil ante la macabra visión.
En contraposición con la ventana, en medio de la débil luz de plata veo el contorno de un ser que a pesar de su silueta reconozco no es humano…oscuridad, soledad, ahí, parado a mis pies, alargando sus garras pero sin poder tocarme, es como un simio humano, de piel quemada y ojos cual tizón…No me puedo mover, solo lo observo, ahí, inmóvil…sin palabra alguna, solo …en la penumbra…es un…no puedo pronunciarlo…y sin embargo sé que es y que hace aquí, en esta habitación donde antes según dicen habitaban espectros…
Inmovilidad absoluta, rigor que solo me conmina a ver la criatura que ha brotado de la dimensión más remota de mi mente…quizá de otro mundo…
Vete, vete espíritu inmundo, horror surgido del seno del caído…Vade retro…
Pero él replica sin mover labio alguno, pues no posee tal… vade ultra…
Me consume el sepulcral temor…
De mi boca surgen palabras desconocidas…sentencias, formulas mágicas transliteradas por alguien mayor…
Lentamente brota en mi pecho un vago calor confortante… ¿Dios quizá?
Se difumina la figura. Pero aun hoy me cuestiono por la naturaleza de aquel ser que tanto mis ojos astrales, como estos de grasa y carne un día vieron…
RETO PROMPT ESPECIAL!!!!! ALERTA!!!!
Este reto promt especial debe ser publicado antes de las doce de la noche del 31 de Octubre. No hay mínimo de palabras pero si un máximo de 750.
viernes, 29 de octubre de 2010
Un libro de otro
- ¿Cuál es el título?
- El Libro de Arena, de Jorge Luis Borges.
- No es mío, debe ser de otro. No es necesario que mienta, tampoco me interesa quedármelo. Es tarde, me gustaría mucho seguir escuchándote pero tengo que acudir a una cita. Tal vez algún día coincidamos de nuevo y me seguirás contando de esa biblioteca tuya. Me atrevo a decirte que deberías quedarte el libro, pues aunque sea de otro, bien podría ser tuyo.
- Está bien, entonces, quizá este libro de otro estaba destinado a ser mio. Lo pensaré. Gracias por su tiempo, espero encontrarlo de nuevo.¿Cómo se llama usted?
- Yo me llamo Jorge Luis Borges, hasta pronto.
Dubitabilis Christi
-No soy tu a amigo. Escuchaba repetirse una y otra vez, hasta el infinito; llegué a pensar que la voz podía reflejarse como la imagen en un espejo que proyecta sus formas hasta distancias inconmensurables.
-Me junto contigo para no estar solo. No soy tu amigo.- Dijo el mocoso unos meses más grande que yo, con el que todas las tardes jugaba en la casa de campo de mi abuelo. Hace ya mucho que ese tiempo finalizó.
Pronto las tardes fueron menos soleadas y regresé a mis muros del centro de la ciudad, dónde la única compañía era el alto librero que no podía alcanzar. Cientos de hojas blancas, unas cajas de colores y pinturas.
Cuando las tardes eran lluviosas, en particular aquellas con truenos, me quitaba los zapatos y comenzaba a escalar las repisas del librero, descubriendo en ellas viejas fotos empolvadas y uno que otro cachivache que tomaba como motín. Al ya sentirme bastante alejado del piso de mosaicos rosas, intuía que la zona de los grandes libros estaba cerca, solo bastaba alzar la mano y tras un leve golpe, un volumen caía estrepitoso contra suelo, se confundía con el trueno y su polvo con los nubarrones grises que cercaban la ciudad.
Aun descalzo me refugiaba en los sillones y abría el pesado libro en la parte donde las figuras eran belleza y adornadas con listones o con su misma desnudes, pero entre todas ellas encontré un ser que habría sus brazos al mundo, a mi mismo. A veces triste, otras feliz, pero siempre mío.
Sin embargo la soledad era pesada; de cuando en cuando, necesitaba un compañero con el cual compartir mis imaginadas aventuras por las colinas de Megido o las desilusiones que sufría al esperar en las escaleras del Kinder, el viejo pero macizo carro sesentero de mi abuelo.
Así que un día, dice mi madre, y yo mismo lo recuerdo, tomé cinco o seis hojas y uniéndolas dibujé sobre ellas su imagen, así, de una forma u otra era más tangible. Otras, cuando lo creía distante, agrupaba las macetas de mi Tita y enredaba en ellas las luces navideñas, esa era mi humilde llamada; un incipiente altar de amistad.
Pese a ello verle me aterraba, sus almendrados ojos, grandes y fijos me observaban, pedían ayuda desesperada, pero seguía mi camino de mano de mi Abuela y fingía no verlo, sin embargo a través de esos pasillos con olor a incienso era imposible no verle. Aquí y allá, con el rostro compungido de tanto amor.
Incluso después la mitad de la vida que llevo recorrida le llamaba, y el respondía logrando calmar mi angustia.
Pero nunca verdaderamente (y hoy lo sé) estuvo físicamente a mi lado. Pasaron los años y lentamente sus palabras fueron más queditas, llegando a lo inaudible.
Me olvidé de él por años, y si por una u otra cosa alguien me lo traía a cuenta, renegaba de su recuerdo. Olvidé el pasado y de las memorias suyas no permaneció un ápice.
Siendo ya mayor y camino a casa de un amigo, este real, o en apariencia lo era, descubrí, al cruzar del umbral de su puerta, y cuando la luz dorada se hubo disipado; allí, sobre el sillón bermejo un cuerpo; vejado pero hermoso, traspasado y sangrante, me preguntaba si sus formas fueron trazadas por Ángel Zárraga o Podesti, pero no había trazo, era de carne fresca y blanda, cabello de acanto y cristalinos ojos, pero sobre todo de corazón palpitante. Lo había recuperado.
Me estudió un rato y se sentó a mi lado; era el de siempre, impávido, divino. Sus manos sangrantes, la mirada cansina y su voz que en un murmullo me decía: ahora sí tenemos tiempo para conocernos mejor… acepté con una sonrisa cómplice.
Pero una vez que hice como Tomás, e introduje mi dedo en la carne preternatural, a fin de cerciorarme de la veracidad de su apariencia, descubrí que ciertamente había recuerdos, dolores y angustias. Pero malamente creí en el estigma de su falsa pasión y acompañe sus catorce terribles pasos, antes bien desde aquel momento debí darme cuenta de que él no existe. Al menos no en carne…
jueves, 28 de octubre de 2010
Anne
miércoles, 27 de octubre de 2010
Soleado mediodía en un martes de mayo
Pinche cruda, el dolor de cabeza, de músculos, de huesos, la fotosensibilidad pero sobre todo el bajón, la cruda moral, esa maldita depresión que acompaña los excesos, no se puede menos que sentirse un pedazo de excremento en un espacio infinito. La inestabilidad de las tripas, los sudores fríos, vuelta tras vuelta en la cama hasta que quedas enredado en las sabanas, sin poder dormir y sin la voluntad de levantarte.
Después de unos cuantos minutos tras un impulso exacerbado salte de la cama me vestí rápidamente con lo primero que encontré y me arroje hacia el cerro. Tal vez una buena caminada una sudada seria el remedio ideal. Camine a paso acelerado por el centro de la ciudad contemplando a la puta gente feliz en una puta mañana feliz de martes, con sus ocupaciones y quehaceres todos tan importantes. Sentí nanceas. Tuve que apresurar el paso para no vomitar a la orilla de la acera en ese momento.
Al ir alejándome del centro fue cambiando el tipo de gente que veía, también fueron aumentado los perros en la calle, la mayoría de las veces mugrientos y sarnoso, gallinas correteando y niños sucios y encuerados jugando en la calle. Así tome el camino de las purificadoras hacia el colomo, pero al llegar al canal me metí hacia el cerro en dirección de la laja de arriba, pasaron algunos cientos de metros, minutos, pensamientos cuando consciente o inconscientemente abandone el camino para las camionetas y seguí el de herradura, después deje el de herradura y tome esas pequeñas brechas que los animales trazan con su habitual caminar, sus rutas sus senderos.
Sin saber ya a ciencia cierta hacia donde me dirija me fui adentrando en una cañada que en su vértice albergaba a un arroyo en un camino muy accidentado y casi vertical. Bordeando la barranca comencé a escuchar un suave gemido de hombre, movido por la curiosidad trate de seguirlo hasta que los pude ver escondido detrás de una roca. Un joven delgado de cuerpo atlético, cabellos rubios y piel tersa extremadamente blanca, al parecer de unos 16 años se encontraba con las piernas figurando un compás abierto a 45 grados, estaba reclinado apoyado sobre una piedra con la cabeza muy cerca de un chorro de agua que brotaba por encima de otra piedra llenandole la cabello de rocío, volteaba frecuentemente hacia atrás donde otro muchacho, que se veía elegante y refinado, quizá un poco mayor pero igualmente atlético y hermoso le arrancaba esos placenteros gemidos embistiéndolo con fuerza y determinación llenándose de ese gran deleite anal, de repente casi sin hacer un gesto saco un filoso y reluciente puñal con el que degolló a su amante eyaculando después sobre el cuerpo muerto.
No sabia si seria un desvarío de mi imaginación por mis sentidos alterados, pero todo era tan real, tuve que voltear rápidamente para no ser visto pero me quede petrificado ahí mismo, tirado sobre la hierva seca de mayo. En esa posición tan desagradable fui sorprendido por el homicida que me clavo una tenaz mirada (vestía de una manera extraña, es decir como de otro siglo), era tan duro su mirar, y despedía tanta maldad su presencia que me quede helado, atónito, pasaron unos segundos que me parecieron siglos hasta que volteo y se alejo desapareciendo por el camino, la hierva parecía cederle el paso.
Me tomo tiempo recuperarme de la impresión y al tratar de aclarar mis pensamientos reconocí estupefacto que aquel no podría ser otro que Maldoror.